En los anaqueles de la historia de México, la Batalla del 5 de mayo de 1862 toma relevancia por la magnitud patriota y el llamado a la unidad de quienes en ella combatieron.
Este capítulo inició tras la victoria en la Batalla de Calpulalpan el 22 de diciembre de 1860. Las fuerzas conservadoras habían sido derrotadas por el ala liberal representada por Benito Juárez dando fin a los tres años de la Guerra de Reforma; sin embargo, este triunfo no fue definitivo, pues la oposición mantenía sus esperanzas de hacerse del poder para recuperar sus privilegios.
“Un hecho que nos dio identidad, es parte de quienes fuimos, somos y seremos”. Así describió la docente de Ciencias Políticas de la Upaep, Ana María Guadalupe Peregrina Ruiz, la Batalla del 5 mayo de 1862.
Explicó que en aquella época, el siglo XIX, el país tuvo la oportunidad de mostrar que lo imposible fue posible, o como se plasma en el telegrama que el general Ignacio Zaragoza manda al ministerio de guerra de Juárez: “Las armas nacionales se cubrieron de gloria”, al derrotar a uno de los ejércitos más poderosos de esos años, el ejército francés.
Este importante acontecimiento inició cuando el ex presidente Benito Juárez, decidió suspender el pago de la deuda externa a Francia, Inglaterra y España, tras verse afectado por la Guerra de Reforma. A decir de la docente, este panorama orilló a México a convertirse en presa fácil de una intervención por parte de Francia.
Al mismo tiempo que se presentaban estos hechos, Estados Unidos atravesaba la Guerra Civil (1861-1865); lo que evitó que auxiliara a México como lo establece la Doctrina Monroe. Napoleón III encontró la oportunidad perfecta para atacar nuestro país.
En tanto, de acuerdo a Peregrina Ruiz, desde 1821 que habían terminado las guerras de independencia, México atravesó pocos tiempos de paz; se registraron golpes de estado, asonadas y levantamientos que hacían que nuestro país diera sus primeros pasos en un ambiente violento. Estos factores propiciaron que México fuera presa fácil.
“Tenía otro componente que lo hacía muy apetecible para otras naciones, era un país inmensamente rico y geopolíticamente con una posición envidiable”, detalló.
Por el lado del oponente, existía una gran arrogancia frente a un vulnerable México. La politóloga señaló que Napoleón III tuvo como consejero a Michel Chevalier, quien le hace ver al monarca francés que México aún tiene basta riqueza y que no deberían permitir que Estados Unidos siguiera avanzando en su proyecto de expansión sobre los países latinoamericanos.
Estos factores propiciaron que Francia viera la oportunidad perfecta para invadir nuestro país y comenzó una intervención armada.
Ignacio Zaragoza tuvo la misión de detener el ascenso de los ejércitos franceses que se dirigían a la Ciudad de México a preparar la llegada de Maximiliano de Austria y Carlota de Bélgica. Para esta tarea, Zaragoza obtiene 4 mil 500 hombres para liderarlos.
En cambio, al puerto de Córdoba, Veracruz, arribaron 7 mil 500 franceses liderados por el general Charles Ferdinand Latrille, Conde de Lorencez, sin embargo, decide llevar solo 6 mil hombres a la batalla para iniciar el ascenso de Veracruz a la Ciudad de México.
Peregrina Ruiz indicó que Puebla es, desde su fundación, el punto intermedio de Veracruz y la Ciudad de México; para los franceses este era otro punto a su favor. “La élite de Puebla no habría visto con malos ojos la intervención de Francia para poner fin a la disputa entre liberales y conservadores”.
Camino a nuestra ciudad se dieron varias batallas previas a la del 5 de mayo, el 28 de abril en las Cumbres de Acultzingo, Veracruz, y posteriormente en las inmediaciones de la Hacienda la Trampera, en el municipio de Atlixco, las fuerzas republicanas al mando de Tomás O´Horán derrotaron a las tropas encabezadas por Leonardo Márquez el 4 de mayo, acontecimiento que marcó el triunfo al siguiente día.
A decir de la profesora, el éxito obtenido en batalla se debió al exceso de confianza y de arrogancia por parte de los invasores, “pensaron que era un simple trámite pasar por Puebla”.
Durante el siglo XIX, se acostumbraba pactar con un código de honor de guerra el lugar y la hora del combate. En este caso, a las 11 de la mañana, en los cerros de Acueyametepec; dos ermitas de la época colonial con advocaciones marianas, dedicados a la Virgen de Guadalupe y de Loreto, esta ubicación benefició el desempeño del ejército mexicano.
La mañana del 5 de mayo de 1862, la Brigada Berriozábal, el Batallón Reforma, la Brigada de Francisco la Madrid y el Batallón de los Libres de Atlixco, así como los xochiapulcas y zacapoaxtlas que habían acudido a ser atendidos por el gobierno de aquel entonces para hacer pactos políticos favorables a la Sierra, se unieron al ejército de oriente.
Este ejército fue liderado por Juan N. Méndez, Juan Francisco Lucas, Juan Crisóstomo Bonilla, Felipe Berriozábal, Miguel Negrete y Porfirio Díaz. Peregrina Ruiz, indicó que Zaragoza no peleó en la batalla, ya que tenía tifoidea, por lo que lideró desde el cuartel ubicado en el templo de los Remedios.
El esfuerzo y la estrategia de estos hombres quedó marcada en la historia de nuestro país, es lo que nos cuentan en los libros, nuestros abuelos o las personas mayores, esa historia que nos hace, nos hizo y nos hará.
GO