Ositos dan valor a Alexa y Renata para recibir su vacuna contra covid-19

Un oso blanco y uno café aparecen cerca de la puerta de la Clínica 26 del Seguro Social, pero no vienen solos... son los que acompañan y dan valor a Alexa, de cinco años, y a Renata, de ocho, que llegan por sus vacunas anticovid.

| Rosario Cerda
Monterrey, Nuevo León /

Un oso blanco y uno café aparecen cerca de la puerta de la Clínica 26 del Seguro Social, pero no vienen solos... son los que acompañan y dan valor a Alexa, de cinco años, y a Renata, de ocho, que llegan por sus vacunas anticovid.

Las hermanas Villafuerte Ramírez se integran en una de las tandas de las células dos y tres de vacunación, instaladas en el primer piso de la unidad de salud.

“Pasen a buscar una silla, ahorita comenzamos”, les dice amablemente el personal que se encarga de la aplicación de las vacunas.

Se sientan, aguardan pacientemente, pues minutos antes se han acabado las dosis anticovid y el personal de salud va por más.

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Alexa se entretiene abrazando a su oso, de los dibujos animados Masha y El Oso, al tiempo que dobla un papel que lleva en la mano.

Renata, sentada adelante de su hermana menor, abraza fuertemente su oso blanco, sabe que a ella le aplicarán la dosis primero.

Un doctor con playera de Superman bromea con los niños, les hace preguntas para entretenerlos mientras llegan las vacunas.

“¿Cuánto es 3 por 6?”, le pregunta a un niño de la primera fila.

“Son 18”, responde el niño, identificado como Axel.

“Muy bien, te ganaste una vacuna”, le refiere el doctor.

Las dosis llegan y comienzan a inocular a los niños. Algunos papás pasan y cargan a sus hijos que ya están llorando, pero otros, como Érika y Gerardo, papás de Alexa y Renata, aguardan valientemente en las orillas del rectángulo que se ha armado en la clínica.

Las doctoras se acercan sigilosamente, saben que si los niños ven la jeringa es más probable que se asusten; hablan en voz baja con los menores, les preguntan su nombre, hacen una ligera charla y en unos segundos el dolor ha pasado.

Pero no con todos es igual, algunos llegan con sus papás, quienes tratan de calmarlos, pero parece un efecto contraproducente, pues patean y lloran tan fuerte como pueden.

Minutos después Alexa y Renata siguen aferradas a sus osos, ellas y otros 18 niños han sido inoculados y ya se encuentran en el área de observación.

“¿Te dolió?”, le preguntan sus papás a Alexa. Ella no responde con palabras, solo abraza a su oso con más fuerza y asiente con la cabeza.

Los doctores les indican que se pueden levantar de sus lugares e irse, que en caso de alguna molestia les den paracetamol a los niños y que en 21 días se aplicarán la segunda dosis, aunque todavía no saben dónde.



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