La memoria colectiva de Torreón guarda rincones que, aunque el tiempo y la industria los hayan transformado, se mantienen vivos en el recuerdo de quienes crecieron recorriendo sus calles.
Uno de esos lugares emblemáticos fue, sin duda, la antigua planta embotelladora de Coca-Cola. Ubicada estratégicamente sobre el bulevar Revolución, justo a un costado de la icónica Preparatoria Venustiano Carranza, esta planta no era solo un centro de producción, sino un punto de referencia emocional para las familias laguneras.
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¿Por qué ya no existe la embotelladora Lagunera en Torreón?
Muchos recuerdan con nostalgia sus exteriores, donde los jardines ofrecían un espacio de descanso y convivencia para las generaciones de la época.
Quizás el recuerdo más vívido sea el inicio de la Caravana Coca-Cola; cada diciembre, este recinto se convertía en el epicentro de la magia navideña, de donde partían los camiones iluminados que llenaban de ilusión a los niños de la Comarca.
Sin embargo, este símbolo de progreso y tradición tuvo un final abrupto y dramático que marcó un antes y un después en su historia.
El declive definitivo de este sitio comenzó un fatídico sábado a las 19:00 horas, cuando una fuerte explosión sacudió los cimientos del edificio y el ánimo de los vecinos.
Según los reportes de Protección Civil de aquel entonces, la detonación fue de tal magnitud que colapsó al menos 40 metros de cornisa y causó daños estructurales graves en la barda perimetral de la calle Villanueva.
Al momento del siniestro, apenas 15 trabajadores se encontraban en el lugar, además de cuatro obreros que resultaron heridos y fueron trasladados de urgencia a la Clínica 16 del Seguro Social.
¿Cuál fue la razón que originó la explosión?
Las investigaciones posteriores, encabezadas por figuras como Margarito Castro Vega, revelaron una serie de desafortunadas coincidencias. El origen del desastre se localizó en el área de tratamiento de aguas residuales, donde una cuadrilla de subcontratistas había estado trabajando con solventes.
La falta de ventilación adecuada en una cisterna tipo pileta permitió la acumulación de gases altamente inflamables. Se especuló que el detonante pudo ser algo tan cotidiano como un teléfono celular encendido o una fuente de calor no identificada, suficiente para activar la mezcla explosiva.
Este suceso no solo dejó daños materiales y heridos por intoxicación y crisis nerviosas, sino que aceleró la desaparición de un lugar que los laguneros consideraban propio.
Hoy, donde antes se erigía la planta y se sentía el bullicio de la producción, queda el recuerdo de una infraestructura que fue víctima de un accidente evitable, cerrando así un capítulo dorado de la identidad urbana de Torreón.
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