El amor por una mujer lo hizo abandonar todo: un trabajo estable, dejar un hogar que había formado en Saltillo y viajar a Puebla para intentar hacer una vida al lado de su nueva pareja, pero no todo salió bien y desde hace ocho meses Eduardo Villegas vive en la zona norte de Puebla, buscando la oportunidad de reunir dinero para regresar a Saltillo, donde tiene familiares que podrían darle asilo, pero con lo que recaba del reciclaje sólo le alcanza para sobrevivir.
Villegas llegó a Puebla a vivir con una mujer que conoció en su ciudad natal, se enamoró perdidamente y emprendieron la aventura instalando su residencia en la zona norte de la ciudad. Dejó atrás cuatro hijos mayores de edad y a la madre de ellos con la ilusión de un nuevo hogar, pero poco le duró el gusto: al año terminó el romance y se quedó sin una casa, lejos de quienes eran su familia y sin empleo.
El costado del puente de la autopista a la altura del Camino a Tlaltepango se ha vuelto su casa provisional desde hace 8 meses, donde, de manera improvisada, ha montado su vivienda con un área para comida, espacio para una cama y otra área donde, en ocasiones, se reúnen personas a consumir alcohol u otras sustancias.
Eduardo no ha podido tener un trabajo estable por falta de documentos y por los problemas que conlleva ser presa de una adicción, así que aprovecha tres veces a la semana que los vecinos de la zona sacan su basura para reciclar cartón y PET, principalmente, y venderlo para así obtener dinero para comer y sacar sus gastos adelante.
"Trato de sobrevivir aquí en Puebla, simplemente no tengo donde quedarme porque me peleé con mi señora. Quisiera trabajar, no tengo trabajo; lo único que sé es que quiero salir adelante", comentó ante los micrófonos de MULTIMEDIOS el señor Villegas.
En inmediaciones de su campamento tiene montones de cartón, ropa, PET y otros residuos que franquean su "hogar" e impregnan el ambiente de un olor a humedad y de putrefacción el crucero.
Dado que este punto de la ciudad es muy transitado, en sus cruceros se pueden ver grupos de limpiaparabrisas, que se ganan de manera honrada el sustento y que no están a gusto con el punto de reunión de alcohólicos en el que se ha convertido el campamento.
"Cuando ya andan bien cruzados vienen y piden dinero a los automovilistas, pero como vienen mal, la gente cierra sus ventanas y eso nos afecta", declaró molesta una limpiaparabrisas, que prefirió permanecer en el anonimato.
Pero, como si no fuera suficiente con la casa improvisada de Eduardo, bajo el puente y a metros del sitio antes descrito se ha instalado un adulto mayor que entre plásticos y trapos viejos duerme, es su refugio. Mejor conocido como "El Zapatitos", deambula por la Unidad Habitacional Villa Frontera a expensas de los actos de caridad de los vecinos.
Para los transeúntes que tienen que pasar debajo de dicho puente, el tener que rodear las casas improvisadas y tener que lidiar con los olores o las coperachas obligatorias, la presencia de estas personas sin hogar ya es un problema. Así lo expresa la señora María de Lourdes Hernández:
"Por favor, hagan algo para que quiten estas porquerías, porque mire, hay un señor que está aquí a la vuelta y se pone a barrer, pero mire todo el basurero que tiene, no es justo. Acá a la vuelta, si ve, ya lo habían quitado, ahorita no nada más es él, son varios vagos que se ponen ahí y luego atracan acá".
Algunas voces solicitan al ayuntamiento a que hagan algo, pero el apoyo a estos sectores de la sociedad es complicado ya que, conforme más instalados están, más complicado es que abandonen las calles para ir a dormir a los albergues y el obligarlos no está permitido, todo depende de sus deseos de mejorar su vida y aprovechar los apoyos que el municipio y el estado ofrecen mediante sus sistemas DIF.
ERV