Entre casas de campaña, cobijas improvisadas y el ir y venir de padres con el rostro cansado pero firme, se respira una mezcla de esperanza y desvelo afuera del Hospital del Niño Poblano.
Para muchos, este espacio se ha convertido en un hogar temporal donde la vida se sostiene entre turnos, oraciones y el anhelo de buenas noticias.
Son madres, padres, hijas e hijos que permanecen aquí porque dentro del hospital tienen a un familiar internado. El miedo a recibir una llamada en la madrugada o a no estar cuando se les necesite, los mantiene en el punto.
Una de esas historias es la de Pilar Molina Barrera, quien viajó desde Camotepec, Zacatlán, un trayecto de cuatro horas en camión, para luchar junto a su pequeña de apenas dos meses de edad.
Tras diagnosticar a su bebé con un teratoma, Pilar y su esposo acampan en el Niño Poblano
Pilar llegó a este hospital el 25 de septiembre sin imaginar que su vida cambiaría por completo, ya que su hija fue diagnosticada con un teratoma, un tumor que requirió cirugía inmediata.
Aunque la intervención fue exitosa, la piel de la bebé quedó tan tensa que la herida se abrió. Hoy, después de casi un mes de cuidados, la herida muestra un 95 por ciento de avance.
“Le pusieron un tratamiento que se llama vac, unas esponjas que mantienen la herida seca; después de eso le colocaron un parche en cirugía plástica”, cuenta Pilar con la voz entrecortada.
Mientras la niña libra su propia batalla sus padres resisten afuera del hospital ubicado en San Andrés Cholula, Puebla.
Al día, familias pagan 15 pesos por un espacio para dormir en albergue del Niño Poblano
Como muchas familias que llegan desde comunidades lejanas, Pilar y su esposo instalaron una casa de campaña en el camellón.
Ahí pasan el día, bajo el sol o el viento, esperando los cambios de turno para poder ingresar cada dos horas a ver a su hija.
“En las noches no podemos quedarnos aquí, es peligroso”, explica. Por eso duermen en el albergue del hospital, donde pagan 15 pesos por noche.
“Ha sido pesado, estresante, angustiante. Mucha preocupación de cómo va y en las noches de qué estará haciendo. Pero aquí estamos, turnándonos, apoyándonos”, dijo.
Mientras tanto, el campamento improvisado frente al hospital sigue creciendo. Son cerca de seis familias las que pernoctan.
Cada tienda de campaña guarda una historia: madres, padres, abuelos que resisten el cansancio, aferrados a la esperanza de ver a sus hijos salir sanos.
EG