La muerte lo encontró como él siempre quiso vivir: en su propio patio, bajo un techo de lámina que él mismo clavó con sus manos, recostado sobre el suelo y rodeado del único calor que reconocía como familia:el de sus perros.
Lawrence Smith, un ciudadano estadounidense de casi 80 años, murió de un infarto tras rechazar una cirugía de corazón que lo habría obligado a separarse de ellos.
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El refugio que construyó con sus manos ahora enfrenta una emergencia
Hoy, mientras más de 200 perros sobreviven gracias a la buena voluntad de rescatistas, su cuerpo permanece en el Servicio Médico Forense (SEMEFO) sin que nadie lo haya reclamado.
En la colonia El Campanario,en Zapopan, todos lo conocían como 'el gringo de los perros'.
No era un personaje excéntrico ni un hombre aislado por gusto, sino alguien con una misión clara que marcó su vida durante más de tres décadas: rescatar perros abandonados, enfermos o maltratados, aquellos que nadie más quería.
Después de trabajar durante años en elconsulado de Estados Unidos en Guadalajara, Lawrence decidió quedarse a vivir en la ciudad y dedicar cada peso, cada esfuerzo y cada día de su vida a los animales.
Su historia estuvo marcada por el rechazo. Primero vivió en la Colonia Americana, en una casa cercana al consulado, pero los ladridos de los perros provocaron la molestia de los vecinos y fue obligado a irse.
La historia se repitió en Las Fuentes, al sur de la ciudad. Finalmente, hace unos 20 años, llegó a una casa rentada en El Campanario, donde construyó un refugio improvisado al que llamó Saint Vincent’s Home.
En un patio de apenas 200 metros cuadrados creó espacios para perros viejitos, enfermos, asustados o para las perras en celo. En sus mejores años, llegó a cuidar a más de 350 perros, casi todos criollos.
“Él prefería andar descalzo con tal de que a sus perros no les faltara la comida”, recuerda Irma Leticia Maciel, quien lo ayudó durante 11 años.
Ella fue testigo de su deterioro físico, de sus visitas constantes al Hospital Civil y de la decisión que marcó su final.
Los médicos le informaron que necesitaba una operación urgente de corazón, pero con una condición: no podía seguir teniendo perros. Lawrence se negó. Abandonó el hospital y regresó a su refugio.
“Así lo quiso él, porque quería mucho a sus perros”, dice Irma.
Lawrence Smith no tenía familia cercana en México. Hasta ahora, su cuerpo sigue en el SEMEFO sin ser reclamado. Rescatistas intentan localizar a una posible hermana que vive en Texas y que se encuentra parapléjica, con apoyo del consulado estadounidense. Mientras tanto, la situación legal y humana es crítica.
Su verdadera familia, más de 200 perros, está en riesgo. La casa es rentada y las autoridades podrían intervenir en cualquier momento.
Román Esquivel, rescatista que ahora encabeza los esfuerzos de emergencia, advierte que el tiempo se agota. El refugio sobrevive con donativos y trabajo voluntario. Se necesitan adopciones urgentes, atención veterinaria, esterilizaciones y apoyo económico.
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Lawrence Smith murió solo para el sistema, pero no para sus perros. Su legado no es una herencia material ni un reconocimiento oficial, sino cientos de vidas que esperan, detrás de una reja en Zapopan, la oportunidad que él ya no puede darles.
Mientras su cuerpo sigue sin ser reclamado, su historia deja una pregunta incómoda:
¿Quién se hará cargo de aquellos a quienes él entregó todo, incluso su propia vida?
KH