¿Qué sería de la vida sin lenguaje? Todo lo que el ser humano hace se encuentra en una estrecha relación con él. En la Ciudad de México podemos notar con total claridad esto, ya lo dice la canción: Ya chole, chango, chilango, que chafa chamba te chutas no checa andar de tacuche, y chale con la charola. Ocurre que mediante las palabras podemos reconstruir y observar la identidad del habitante de la capital.
Para entender este fenómeno del lenguaje la doctora en Lingüística por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Margarita Espinoza Meneses, explica en primer lugar que es léxico.
“El léxico es un conjunto de unidades lingüísticas que integran una lengua y tienen significado y función, el significado es común a la mayoría de los hablantes de una lengua”, comenta.
Tenemos por ejemplo la palabra garnacha, todo capitalino sabe con certeza que es una garnacha, tiene una imagen mental de ella, ya sea como quesadilla, gordita de chicarrón o un pambazo, al final un alimento que se prepara en condiciones específicas con maíz.
La Espinoza Meneses explica que el léxico no es una gran cantidad de palabras, sino que cada una tiene su origen y se pueden clasificar en grupos.
“En el léxico se distinguen tres grandes grupos de unidades:
- Palabras de una lengua que heredamos, en este caso el latín, son palabras patrimoniales, parentesco, partes del cuerpo, animales, hermano, mamá, ojo, mano.
- Palabras extranjeras, del inglés, alemán, y en la ciudad de México de las lenguas indígenas, cachuate, ahucate, Tepeyac, chipichipi (llovizna leve).
- Palabras de nueva creación, nacen para nombrar nuevas realidades, AIFA, para nombrar al recientemente creado aeropuerto”, comentó con precisión".
Algo que no se puede dejar a un lado es la idea de que el lenguaje no son solo palabras si no que es un sistema que nos permite entender otros subsistemas.
“El lenguaje nos permite comunicarnos, es el código que nos permite interpretar otros códigos, como lo son las imágenes, los gestos, pero gracias al léxico podemos interpretar estos signos”, comentó.
Y justo es eso lo que nos permite observar el al lenguaje como elemento cohesionador de una comunidad.
“Código eficaz da una identidad de grupo, que por un lado nos hace iguales y por otra parte nos diferencia”.
Los lugares y los grupos sociales también determinan el léxico.
“De manera lingüista podemos hablar de que son muchas Ciudades de México, no es lo mismo el léxico que se usa en los mercados o Polanco, es léxico diferenciado a partir de grupos sociales y regiones geográficas”, comentó.
En lo referente a las groserías podemos observar, la utilización constante en casi cualquier situación.
“Por ejemplo existe chingar. Como sustantivo: Chingadazo, como locativo: a la chingada, como verbo: chingar, hay veces que también está en forma sacra: Santo chingadazo”, explicó.
Los albures ayudan encubrir situaciones normalmente de índole sexual:
- Descotorrar la cotorra.
- Matar la araña a escobazos.
- Echar patrulla.
“Esto nos conduce a los regionalismos, palabras particulares que caracteriza a cada una de estas regiones, el léxico contribuye a la identidad de la Ciudad de México, como ejemplos que nos distinguen hay estos cuatro:
- Despapaye para referirse a una cuestión de relajo.
- Pachanga para hablar de fiesta.
- Franelero, para hablar de una realidad especifica que nace en la Ciudad e México.
- Chafa para hablar de lo que es de mala calidad.
- Cámara, para hablar de aceptación.
- Echarse un coyotito, para hablar de tomar un descanso” comentó.
“En el léxico impera la realidad”, es una sentencia, con la que la profesora Margarita cierra la entrevista que nos explica la relación entre las cosas que hacemos y las que decimos. Y nos recuerda lo propio y lo impropio de las palabras.
PALA