Se cuenta que en Mazamitla, un trabajador de una fábrica de la zona se sentó afuera de una tienda al final de su jornada. Allí, sin importarle mucho, se dispuso a beber.
Botella tras botella, le sorprendió la noche. Las calles estaban vacías, la tienda ya había cerrado y no se escuchaba nada más a su alrededor. De pronto, como si hubiese aparecido de la nada, un caballero montado en un hermoso caballo negro, lo saludó.
Los dos hombres platicaron por un momento, se cayeron bien, comenzó la confianza y con ello llegó la invitación de 'El catrín' hacia el trabajador alcoholizado.
Le propuso seguir la conversación en su casa, además que allí el trabajador podría seguir bebiendo, este último no se la pensó dos veces ante tal propuesta.
Se dice que partieron hacia la zona llamada El Tabardillo. Durante el trayecto, el trabajador un poco más lúcido, le comentó a su acompañante que para allá no existía casa alguna, a lo que el catrín respondió que sí, que confiara en él.
Al llegar al destino, el trabajador se sorprendió al ver una gran propiedad, no recordaba haber visto nunca una casa en esa parte del pueblo, menos con semejante belleza. Pero el misterio no terminó allí, sino que al entrar, el hombre se topó con animales nunca antes vistos y desconocidos de la región; sumado a todo esto en el ambiente se percibía un extraño olor y a lo lejos se escuchaban lamentos.
El trabajador se quedó un momento a solas cuando el catrín le dijo que iría a otra habitación por una copa de vino, en ese instante los lamentos se escucharon más fuerte, eran gritos de dolor que preocuparon al trabajador, el cual se puso a rezar.
Las plegarias no sirvieron de mucho, ya que inmediatamente el catrín cambió de rostro, revelando lo que siempre había sido: ¡un demonio!
Lanzó un profundo lamento y se abalanzó en contra del trabajador. No fue hasta la mañana siguiente que el hombre, ya sin borrachera encima, despertó afuera de la tienda donde había comenzado a beber el día anterior.
Al recobrar sus sentidos se apoderó de él un miedo increíble, y corrió a su lugar de trabajo para narrar lo que había pasado la noche anterior; algunos se mostraron incrédulos, pero no fue hasta que se quitó la camisa que quedaron al descubierto varios rasguños en su espalda.
Quienes conocieron al hombre y después transmitieron el relato, aseguran que nunca más volvió a tomar alcohol.
SCA