Jhoana Abigail no podía esperar más para regresar a clases, tan es así, que su vocación de maestra la llevó a decorar el salón para recibir a sus alumnos en el Jardín de Niños, sin pensar que días después, sus sueños se apagarían para siempre.
Sus compañeros compartieron evidencia de los adornos coloridos que colocó en el aula, las figuras que elaboró para instruir a los pequeños, aunque el lunes que arrancó el ciclo escolar, les pareció extraño que no se presentara.
Quienes la conocieron como docente, la describieron como una mujer responsable, alegre y apasionada por su labor.
Mediante un escrito, maestras del plantel donde trabajaba, manifestaron profunda tristeza al enterarse de su muerte el pasado 31 de agosto en el domicilio que compartía con su esposo en la colonia El Molino en Santa Catarina.
Condenaron lo ocurrido y dijeron que habrá un vacío irreparable al resaltar que no merecía que su vida terminara de esa forma.
En el mismo salón donde dejó todo listo para a ver sus niños, sus compañeras pegaron un moño negro en el pizarrón y escribieron su nombre en letras grandes junto a un mensaje. En él, se lee que una educadora se debe manchar de pintura y no de sangre.
En el salón y fuera de él, no hay palabras que consuelen y sus seres queridos, esperan que el caso, no quede impune.
jvl