Muchos de ellos reviran cuando les mencionan "El Día del Mariachi"; para ellos, su celebración oficial es el 22 de noviembre, Día de Santa Cecilia, la santa patrona de los músicos. Ajenos a las determinaciones establecidas por el propio gobierno federal, los mariachis de Plaza Garibaldi buscan mantener su tradición y sopesar el impacto que supuso la pandemia decovid-19 en sus ingresos.
Pese a estar en una profesión reconocida desde 2011 por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencias y la Cultura (UNESCO) como un patrimonio cultural, el gremio forma parte de las 32 millones 400 mil personas en México que hoy opera en la informalidad; de ahí que los estragos de la emergencia sanitaria estén todavía presentes en algunos de ellos.
"Cuando no hay trabajo, hay que 'apretar la tripa'; cuando sí hay, 'hay que llenarla'", dicen.
En medio de una economía todavía resentida, cada día los músicos acuden a la plaza ubicada en el centro de la Ciudad de México; ahí permanecen bajo el rayo del sol, en grupos o solos con sus instrumentos, esperando que alguien pida una melodía, para armar un grupo improvisado con el cual tocar; ofreciendo sus servicios a los automovilistas o a quienes transitan entre las estatuas de José Alfredo, Juan Gabriel y otros.
"Soy mariachi desde hace como 15 años; es una actividad familiar, que inició con mi papá. Nos invitan aquí a tocar o por internet; nos contratan por ahí. Ahorita como no tuve trabajo, me invitaron, cuando no me invitan me vengo aquí a la plaza. Para mí fue complicado porque sí me quedé sin trabajar. Me quedé como un año sin trabajar", dijo a TELEDIARIO Roberto, un trompetista.
Para Óscar Humberto Arriaga, es a través de la música que las personas pueden enamorarse, reconciliarse e incluso, despedirse. Esto representa para él una labor importante y una responsabilidad que además le da la satisfacción de llegar a todo tipo de público.
Justo antes de la pandemia, a Óscar Humberto le amputaron una pierna; debido a ello, pocas fueron las ocasiones en las que pudo acudir esporádicamente para juntarse a tocar en Garibaldi. Hoy, acompañado de su agrupación, recorre todos los días la plaza en silla de ruedas, pero siempre, acompañado de su instrumento.
"Con la pandemia, me tuve que ir para Pachuca, estuve allá casi un año. Conseguí una casa y estuve trabajando un tiempo con unos compañeros.Aquí como, voy al baño, aquí "me la lazo". Mis compañeros siguen al cliente, lo convencen y es como trabajamos", aseguró.
Dependiendo del día, los mariachis de Garibaldi pueden tocar de 10 y hasta 50 canciones al día, con un costo promedio de entre 100 y 300 pesos por melodía. Los fines de semana son los de mayor afluencia.
Pablo Meza tiene 78 años; de estos, 50 los ha dedicado a la vihuela. Aunque creció en el campo, decidió dedicarse a la música y salir de Veracruz para tocar mariachi. Pudo sopesar la pandemia gracias a una ayuda económica, dijo.
"Yo me pasé año y medio sin trabajo; estuve encerrado, descansando. Por fortuna, tengo una 'ayudita' del gobierno y con eso estuve sobreviviendo. De vez en cuando me daba mis vueltas y cuando vi que ya comenzaba a haber un poquito de trabajo me regresé", expuso.
El Mariachi, un oficio generacional
Aunque muchos aseguran no tener estudios, por no contar con un documento oficial que avale su trayectoria, la práctica diaria y la lectura de melodías son una constante en su día. Aun si no lo reconocen, el estudio es una constante en su vida, una labor que no para incluso en los días de trabajo y que les da la oportunidad de continuar con esa tradición dentro de su propia famillia.
"Todos los días estoy aquí, de la tarde a las 10 de la noche. Cada ocho días suelo ir a mi casa, en Veracruz. Mi hija y mi nieto decidieron dedicarse al mariachi, pero en otros lugares", dijo Pablo Meza.
El impacto cultural del mariachi ha hecho que incluso, en el país algunos estados cuenten con localidades nombradas el honor, según refiere el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi): Quintana Roo, Sonora, Nayarit, Colima, Chihuahua, Yucatán, Sinaloa, son algunos de ellos.
"Ahorita metí a mi hijo a esto, tiene unos cuatro años y medio en la música, de los 22 que tiene. Se dedica además a la mecánica, albañilería, de todo un poco", dijo Óscar Humberto.
Algunos de ellos continuaron trabajando y ofreciendo sus servicios a través de Facebook; pero la paulatina apertura a la movilización los llevó de nuevo a las calles a ofrecer su trabajo directamente e intentar, como todos los días, continuar con la tradición.
"Aquí nunca se acaba la fiesta. Garibaldi, con su música no cierra".
CMOG