Salir de casa, decir adiós a sus amigos, caminar miles de kilómetros, cruzar la selva, y explorar otros países para lograr el sueño americano de la mano de sus padres, esa es la triste realidad que enfrentan decenas de niños migrantes.
Jugar, salta, correr, pintar, es como estos niños pasan las horas en la Central de Autobuses de Monterrey.
Para María de los Ángeles, nada ha cambiado, su inocencia la llena de esperanza.
La peligrosa travesía de cruzar medio continente no ha cambiado en nada, el semblante de la menor de seis años de edad, que nos compartió lo que sueña ser de grande.
La mamá de Ángel solo anhela llegar a los Estados Unidos y darle una mejor calidad de vida, en la que su condición de sordera no sea impedimento en su desarrollo.
Para estos niños migrantes el destino los arrastró a nuestro Estado con una sola esperanza, tener un futuro lleno de felicidad y oportunidades.
Así, los niños migrantes pasan las horas, los días, sin reflejar la angustia y el miedo de sus padres, quienes buscan una vida y un futuro mejor, para ellos.
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