Con la voz entre cortada y aun con las secuelas del ataque sufrido por la leona Salomé, la señora Lidia ya se encuentra en la casa de una de sus hijas continuando con su recuperación.
“Aquí ya me siento más tranquila, se me hace la mente más abierta, me dan ganas de llorar porque yo creo que no podía vivir, yo creí que no podía sobrevivir y logre estar ahorita, quisiera que ya me pongan unas pastillas para dormir porque me dan los nervios, porque a veces me pongo bien nerviosa y quisiera que me pusieran una silla de ruedas”, dijo Lidia Hernández Ibarra, víctima de ataque de leona.
Los recuerdos de Lidia del momento en el que fue atacada se reducen al momento en que la Leona ingresó a su casa y el dolor que sentía por el ataque del que fue víctima.
“Yo recuerdo que apenas estaba abriendo la puerta para cuando iba a salir a enjuagar unos pantalones, cuando yo abrí la puerta se me echó encima y yo dije: ay no Dios mío pues quién me atacó, yo pensé que era una sombra grande, una sombra de persona y no cuando ya que me empezó a gruñir, así pues, ya no supe ya de mí”, comentó Lidia.
Según las palabras de la propia Lidia, pensó en el momento que estaba siendo atacada por la leona Salomé, que su vida había terminado.
Por el momento, muy lejos de que la emergencia haya concluido para esta familia, continúa con una serie de cuidados y tratamientos que tiene que llevar y solo le pide al dueño de la leona africana que se haga responsable por lo que su animal hizo.
“Pues yo le diría que, pues que se me haga responsable, que se haga responsable y me ponga una casa donde vivir, me ponga un negocio para sostenerme y me esté dando como capacitación de pues de dinero, que me diera dinero para reponerme”.
Las heridas son visibles aún en su cuerpo, con múltiples puntadas en sus piernas y hombro; e incluso con las cicatrices que le quedaron en su cabeza como producto del ataque.
“Es el brazo, este brazo y la cabeza y mis piernas, de aquí los pies, este es más grande en este”.
Por ahora, Lidia requiere del apoyo de una silla de ruedas para poderle facilitar el traslado y que pueda moverse para salir de la recámara en la que actualmente se encuentra.
“Me siento contenta, desesperada, como con ganas de pararme, como con ganas de caminar, de ayudarles a hacer el quehacer, me siento como que desesperada, lloro a veces, digo no Dios mío pues yo no soy de cama, yo soy de andar para allá y para acá”.
MLMG