Durante la conferencia de prensa del martes 23 de enero de 1979, monseñor Romeo Panciroli anunció de manera oficial que Monterrey estaba incluida en el viaje del papa Juan Pablo II a...
-¿Monterrey… California?-, preguntó uno de los corresponsales.
-Monterrey… en el norte de México, una ciudad industrial –, respondió Panciroli, para inmediatamente despistar al corresponsal. -Una ciudad de unos 200 mil habitantes.
Se le informó –Dompablo de la agencia EFE – que había un periodista de Monterrey.
Les dije que Monterrey era la capital industrial de México y que tenía alrededor de dos millones de habitantes. Un colega español me “reporteó” al terminar la conferencia de prensa. Yo lo “reporteé” después.
El colega español dijo llamarse José Joaquín Iriarte, ser corresponsal de la agencia Europa Press, trabajar para Radio Madrid desde hace 17 años; presumía de ser el único periodista español que viajaría en el avión con el Papa.
Me confió que “el chiste” le había costado a su agencia más de un millón de libras, como 80 mil pesetas, algo así como mil 250 dólares, tanto como 28 mil 750 pesos mexicanos. La cuota no cubría alimentos ni hospedaje en los lugares que visitaría el Papa.
En el avión, se habría informado, viajarían un total de 58 periodistas, entre ellos mi flamante amigo Iriarte. El contingente más numeroso de la comitiva de prensa lo conformaban nueve personas de L’Osservatore Romano y Radio Vatican.
Desde luego, corresponsales de la VPI, AP, France Press, ANSA y reporteros de Le Monde, Il Tempo, Il Messagero y La Stampa. La edición de ese martes 23 de enero dedicaba un artículo a Monterrey, ciudad que llamaba el “Milán de México”. Tomé como base el concepto y mandé mi servicio por EFE con el título: “Monterrey: Milano de México”.
Monterrey: “Milano de México”. Ciudad del Vaticano, 23 de enero
Una ciudad se le adelantó al Papa. La ciudad que se le cruzó en su camino a Juan Pablo II. Se le cruzó en su regreso y se le adelantó al propio Vaticano, a decir con el padre Romeo Panciroli –vocero oficial–, en saber que la visitaría el Papa “que llegó de lejos”.
Llegará sí, el papa Wojtyla a la ciudad de Monterrey, el día último de enero a las 3:15 de latarde. Estará una hora en el aeropuerto situado a 30 kilómetros de Monterrey –municipio de Apodaca– y reanudará su viaje vía a Roma.
“Lo que se ha dicho hasta este momento ha sido información oficiosa”, dijo monseñor Panciroli; el momento era el mediodía del martes en Roma.
La información a la que hacía referencia al vocero oficial del Vaticano se había difundido en Monterrey desde el último domingo (21 enero de 1979).
“¿Y dónde está Monterrey?”, preguntó uno de los corresponsales acreditados en el Vaticano. Panciroli respondió: “En el norte de México. Es una ciudad industrial”.
Resulta gracioso –consigna el que escribe– viajar más de 12 mil kilómetros desde México a Roma, para terminar, conociendo vía teléfono y en forma accidental que en Monterrey ya se sabía todo, aquí en Roma, en el Vaticano, todo a todos nos estaba “pasando de noche”.
Nos ha señalado el padre Panciroli que este cambio en el programa oficial del viaje del Papa fui cuestionado por las autoridades eclesiásticas de México y que hasta hoy la escala en el Aeropuerto de Monterrey se considera en forma oficial.
Sin embargo, agregó que, de haber un cambio, eso lo determinará monseñor Paul Marcinkus, quien acompañara al Papa en calidad de organizador del viaje. Por cierto, monseñor Marcinkus estará previamente a la llegada del Pontífice a Monterrey.
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