Quizá el Paseo Bravo es uno los parques más antiguos de la ciudad de Puebla, que a lo largo de sus casi 200 años de vida ha sido escenario de transformaciones, episodios históricos, albergó una plaza de toros, fue un panteón provisional y hasta un zoológico.
La plaza pública fue fundada a principios del siglo XIX en un terreno de lo que hoy se conoce como avenida Reforma entre 11 y 13 Sur. Prácticamente, un centenario después, cuando Rafael Ávila Camacho era presidente municipal, el Paseo Bravo estrenó una pista de patinaje a un costado del jardín principal, y después instalaron juegos mecánicos.
Los paseos dominicales en el zoológico del Paseo Bravo
En la década de los años 40, el Paseo Bravo se convirtió en un zoológico, en la administración municipal de Juan Manuel Treviño. Así que a partir de ahí, los fines de semana eran diferentes, las familias paseaban entre los jardines, mientras admiraban animales salvajes.
En los espacios que actualmente fungen como jardineras, había jaulas con monos, osos y hasta leones. Más tarde, el parque le dio la bienvenida a los cocodrilos que estaban en un lago, lugar en el que ahora hay un quiosco.
En los pasillos del parque había vendedores de globos, algodones de azúcar y fotógrafos de aquellos tiempos que con su trabajo inmortalizaban esos momentos.
Con el paso del tiempo edificaron un herpentario y un museo de Historia Natural, en donde se exhibían piezas de la Universidad Autónoma de Puebla.
La cacería de un león y el fin del zoológico
El atractivo principal en el zoológico del Paseo Bravo fue un león africano, que durante una madrugada de marzo en 1963 fue asesinado por un trío de jóvenes que le dieron tres disparos.
Un año después llegó César, otro león que donado por el coronel José García Valseca. El felino no tuvo una vida muy dichosa porque estaba confinado en una jaula muy reducida. Después, otro león fue adquirido, pero su estancia fue corta porque en 1972 el zoológico desapareció y los animales fueron trasladados al parque de conservación de vida silvestre Africam Safari, un proyecto que en ese tiempo empezaba a dar sus primeros pasos.
Para los años 80, el Paseo Bravo tuvo uno nuevo rostro, se le añadieron bancas de hierro, fuentes, hasta que instalaron juegos mecánicos, los cuales fueron removidos con el pasar de los años.
En la última década del siglo pasado comenzó a transformarse el aspecto del Paseo Bravo como lo conocemos en nuestros tiempos, por lo que es considerado uno de los lugares públicos con historia viva más importantes de la Puebla de antaño.
IOG