La Diabla, La Colombiana, El Teca Martínez y La Cantante, son cuatro de las 20 personas LGBT+ que se encuentran recluidas en la llamada Zona Rosa del penal 1 de Apodaca.
Acusadas de delito delitos como robo o violación, todas ellas purgan su condena o esperan juicio entre las risas, tejiendo muñecas o haciendo “travestismo imaginativo”.
Los miembros de este grupo fue psicológicamente identificado como gays, bisexuales o sin género, pertenecientes a una comunidad que, de acuerdo con la Encuesta Nacional sobre Diversidad Sexual y de Género (Endiseg) 2021 del Inegi, va creciendo en Nuevo León.
El citado reclusorio, con una población de 4 mil reclusos, se encuentra está a 25.6 kilómetros del Centro de Monterrey, y para llegar a él se debe tomar un taxi o camión urbano que deja al visitante frente a un portón gris semioxidado y esperar más de 30 minutos para iniciar el filtro de seguridad.
Ese filtro implica un protocolo de revisión; luego, una celadora apuntó los datos en una computadora pequeña y catafixia el INE por un gafete amarillo mostaza de visitante.
En la segunda revisión, se ordenó alzar los rostros y los celulares de la comitiva de la plataforma MILENIO-Multimedios.
Luego se llegó a una recepción climatizada donde nuevamente se solicitaron los datos y se llegó a los pisos donde los reos se desplazan.
El calor roza los 31 grados, lo cual no es impedimento para que los internos realicen sus actividades de reinserción.
Al pasar por otros torniquetes, esta vez repintados, se caminó por un último pasillo, desde donde los reclusos de los módulos 3 y 4 observaron con atención a tres hombres vestidos de civil y con una cámara de televisión.
Finalmente, se subieron 16 escalones y se llegó a una zona donde hay hombres trabajando en la biblioteca, en la sala de computación y limpiando algunos trofeos. Es el destino. Los reos LGBT+ entonan: “¡Hola, bienvenidas, buenas tardes!”.
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