Reportero de Multimedios que quedó atrapado en Huracán Otis narra su experiencia: “Dios es grande y nos ama”

Luis Carlos Valdés narró su experiencia al estar varado junto a otros periodistas en el Puerto de Acapulco tras el paso del Huracán Otis.

Huracán Otis- reportero Multimedios
ACAPULCO. /

Luis Carlos Valdés, reportero de Grupo Multimedios, específicamente de Milenio Torreón, estuvo varado unos días en el Puerto de Acapulco, como consecuencia de la llegada del Huracán Otis al estado de Guerrero, por lo que rápidamente su familia y personas allegadas se mostraron preocupados por él.

Sin embargo, la Asociación de Ingenieros de Minas Metalúrgicas y Geólogos de México A.C. emitió un comunicado informando que han estado movilizando camiones y camionetas desde las 6 de la mañana del 26 de octubre para trasladar a los convencionistas a Chilpancingo, y que los 35 periodistas provenientes de 11 estados de la República Mexicana están a salvo y serán evacuados de Acapulco.

Enseguida, te dejamos la crónica de Luis Carlos Valdés, quien narra puntualmente cómo fue la llegada de Otis a Acapulco y cómo logró salir de la ciudad.

¿Cómo vivió el reportero de Multimedios el Huracán Otis en Acapulco?

Eran las nueve de la noche y acababa de concluir la cobertura de la inauguración de la Convención Internacional de Minería en el puerto de Acapulco. La lluvia caía con fuerza y el viento azotaba, haciendo volar objetos, paraguas y contenedores de basura. Más de treinta reporteros y organizadores observábamos desde el interior de un restaurante en el complejo comercial La Isla, justo en frente del Forum Mundo Imperial, donde se llevaba a cabo el congreso minero.

El viento se transformaba en ráfagas que agitaban nuestra cena en el restaurante. Sabíamos que el huracán Otis se aproximaba, pero no teníamos aviso de su llegada anticipada, originalmente programada entre las tres y las seis de la mañana.

Uno a uno, nos movilizaron para refugiarnos en nuestros hoteles. Algunos subieron a camionetas tipo Sprinter, mientras que otros, como yo, abordamos un autobús turístico, lo que resultó ser una tarea complicada debido a la lluvia torrencial. Los paraguas se rompían bajo la fuerza del viento.

Finalmente, en el autobús, fuimos recibidos por Javier, un joven conductor cuyo turno había terminado, pero su regreso a casa se canceló para atendernos y llevarnos al hotel Pierre Mundo Imperial en la zona Diamante.

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¿Cuántos reporteros estaban varados en Acapulco por Huracán Otis?

Aproximadamente doce reporteros nos unimos en la unidad, y el regreso fue relativamente tranquilo hasta ese momento. Ya había calles inundadas y árboles derribados por toda la ciudad. La oscuridad total se apoderó de Acapulco debido al corte de energía eléctrica, y el viento rugía, desvaneciendo la algarabía inicial.

La pericia de Javier, evitando obstáculos, nos llevó al hotel después de un recorrido que duró aproximadamente una hora, quizás más. Cuando estábamos a pocos metros de la recepción del hotel Pierre, la angustia dio paso al miedo y el terror, ya que el embate del huracán Otis nos impidió descender del autobús y buscar refugio.

"Retírense de las ventanas y colóquense en la parte central, ya que los vidrios pueden colapsar", nos instruyó Javier, mientras la lluvia se filtraba por la escotilla del techo en la parte trasera. Los compañeros decidieron cambiar de asiento, alejándose de la zona comprometida.
El autobús empezó a sacudirse de un lado a otro, y objetos golpeaban su exterior. La lluvia y el viento arremetían contra nosotros. En medio del caos, pensé: "Este autobús se va a volcar".

"Vamos a decir una oración", convocó Esther Arzate, que coordinaba al grupo. Los que al principio parecían valientes se mostraban doblegados, nerviosos y aterrorizados con el paso de los minutos, con lágrimas en los ojos. Todos compartíamos el mismo sentimiento. El autobús parecía un juguete en manos del huracán Otis, y los movimientos continuaban.

La primera ventana se rompió en la parte trasera. "Dios mío, ¿qué está pasando?", exclamó alguien. Piedras, ramas y otros objetos golpeaban con más fuerza el camión. Alguien sugirió que debíamos bajar tomados de las manos, pero Otis no estaba dispuesto a dejar de ser el protagonista. Continuó con más furia, impidiendo que saliéramos. Todos estábamos viviendo la peor experiencia de nuestras vidas.

Inexplicablemente, algunos compañeros que habían logrado llegar a sus habitaciones compartieron mensajes en un grupo de medios de comunicación habilitado para la cobertura. Sus mensajes reflejaban miedo y terror: "Ya se rompieron los cristales de mi cuarto; qué miedo tengo; Me metí al baño, pero el viento quiere tirar la puerta", "Auxilio por favor, ayúdenme".

El viento soplaba con una velocidad superior a los trescientos kilómetros por hora. Otra ventana se rompió, permitiendo que entrara más viento y pequeñas astillas de vidrio volaban a nuestro alrededor. Tratábamos de reprimir el pánico y evitar mostrarlo.

Finalmente, el viento se calmó, al igual que la lluvia. Fue el momento de descender y así lo hicimos. Salimos ilesos, pero con un estado de shock emocional. Bajamos del autobús, tomados de la mano, y nos dirigimos al refugio detrás de la recepción. La madrugada se acercaba, y con la luz del sol, pudimos confirmar que, en efecto, frente al poder de la naturaleza, no éramos nada.

Esa mañana, no se nos permitió regresar a nuestras habitaciones para recuperar nuestras pertenencias. Nos proporcionaron colchonetas y agua en el refugio temporal, donde se refugiaron mujeres, hombres, jóvenes y niños. A pesar de nuestros intentos por mantener la calma, el shock era evidente en nuestros rostros.

Con el amanecer, pudimos ver el daño causado por el huracán Otis. Los ventanales del autobús desde la mitad hacia atrás estaban destruidos, mientras que los de la parte delantera, donde nos habíamos refugiado, permanecían intactos. Una palmera había caído sobre el camión. En medio de la destrucción, una frase surgió en mi mente: "Dios es grande y nos ama".

Esa madrugada, enfrentamos el poder del huracán Otis y sobrevivimos. Nos dimos cuenta de nuestra vulnerabilidad ante la naturaleza y su fuerza implacable.

EC

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