Doña Pragedis festeja su cumpleaños 104 en compañía de su familia en Saltillo

Aunque su cumpleaños fue en el mes de julio, el festejo aún no se termina. Doña Pragedis parte el pastel con sus seres queridos.

Abuelita celebra su cumpleaños 104 en Saltillo.
Saltillo, Coahuila. /

El 21 de julio de 1920, en Durango, nació Pragedis Pérez Barbosa. Este año cumplió los 104 años, su familia la festejó con una comida en la casa de una de sus hijas, donde actualmente vive. A su edad, mantiene una conversación fluida, y unas ganas de seguir haciendo cosas en la casa, aunque, una ceguera casi total y la dificultad para sostenerse le ponen freno a su entusiasmo por salir a la calle.

Sus hijos la definen como una mujer de un carácter alegre, platicadora, y muy inquieta. A pesar de que casi no ve, se levanta de la mesa al terminar su café y lava su taza, porque como ella dice, no quiere sentirse inútil. También va al baño y se asea sola, desde muy temprano, a fin de estar lista para el desayuno.

Cuenta las anécdotas de su juventud

Doña Pragedis cuenta que desde los diez años, trabajó en una casa donde ayudó con el aseo, la preparación de los alimentos y el cuidado de los niños. Ella afirma que a pesar de ser muy niña, se despidió de sus amigas en el rancho para irse a la ciudad a ganarse unos centavos, todo para mandárselo a sus padres, que enfrentaban dificultades económicas por la falta de empleo.

“Los domingos los hermanos de mi patrón me daban mi domingo, me decían ‘ten muchacha’, llevaba una buena paca de dinero”, relata.
Doña Pragedis festeja su cumpleaños 104 en Saltillo.

Esta señora era buena pa’l baile, y solo con recordar las fiestas en el rancho, sonríe como la primera vez. Ella asegura que aunque su madre era estricta, su padre la dejaba ir, y apenas podía, le daba duro con los tacones al suelo, al ritmo de los conjuntos que se presentaban los fines de semana en las comunidades cercanas.

“Me encantaba andar de bailarina en las quinceañeras de mis amigas y con los novios, caían unas heladas bárbaras pero a mí me valía grillo, hasta tronaba el tanconcito en el cemento”, dijo.

Se casó y enviudó, luego enfermó de los ojos, y terca como ella misma acepta, no se cuidó, y ahora batalla para ver, pero no batalla para platicar, sonreír, y hacer uso de una memoria que muchos envidian.

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Doña Pragedis es feliz en compañía de su familia

Para su familia, dentro de las dolencias que presenta, tenerla con esta lucidez a sus 104 años es la mayor bendición que pudieron recibir, y siempre se preguntan si como ella, podrán alcanzar una edad similar.

“Va al baño, se peina, se lava sus manitas, viene y se sienta a la mesa porque quiere de almorzar, ella me dice que es lo que quiere y yo le hago sus comidas, come de todo”, afirmó una familiar.

Con su sonrisa sincera, doña Pragedis afirma que uno de sus mayores deseos cada año, es poder darle otra vuelta al sol, para ver reunida a su familia en un convivio por su aniversario, con pastel, música y muchos abrazos.

KM

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