“Todo tiene que ver con el sexo, excepto el sexo, el sexo es poder”. Esta es una cita de Óscar Wilde que describe en parte la relación cliente-sexoservidora, y concuerda con los testimonios recabados por MULTIMEDIOS Puebla con algunas de las trabajadoras sexuales en la capital.
Al contratarlas, gran cantidad de hombres no tienen su mejor desempeño sexual, a decir de ellas, lo que pagan es la ilusión de poder tener intimidad con alguien que, en otras circunstancias, no aceptaría ni siquiera una cita.
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Desde el siglo pasado, el trabajo sexual en las calles de Puebla se ha concentrado en distintas zonas; en los años 50 en el callejón de la 20 Poniente, en los años 70 hubo una zona de tolerancia en la 90 Poniente y, de un par de décadas a la fecha, un perímetro que se extiende de la 4 a la 18 Poniente donde, evidentemente, decenas de mujeres ofrecen sus servicios sexuales, ya sea en las calles, en los hoteles o casonas adaptadas para ello.
Al igual que otro tipo de servicios, hay opciones acordes al bolsillo y gustos de cada cliente. En el pasaje Variedades, llamado así por encontrarse junto a lo que fue un cine que llevaba ese nombre, que conecta las calles 2 y 4 Poniente entre 3 y 5 Norte, se encuentra un local donde los servicios sexuales que ofrecen las trabajadoras tiene un costo de 150 pesos; incluye el cuarto y el encuentro por 15 minutos, de este costo, 50 pesos van directo a los administradores del local, lo que deja una ganancia neta de 100 pesos para la trabajadora.
Continuando con el recorrido realizado por MULTIMEDIOS Puebla, a cuatro cuadras se pudo localizar a otro grupo de sexoservidoras, su apariencia es más juvenil, ellas atienden en los cuartos de una vecindad ubicada en la 12 Poniente, entre la 5 de mayo y la 3 Norte; ahí el costo es de 180 pesos.
Cerca de la 14 Poniente, el aspecto de las trabajadoras sexuales es distinto, a diferencia de las anteriores, ellas se encuentran, en su mayoría, en la calle; su forma de vestir las puede hacer pasar desapercibidas entre la gente que circula en los locales de plomería, costura y telas; usan mallones y blusas discretas.
Las trabajadoras, cuando aseguran un cliente, lo atienden en al menos tres hoteles que se ubican entre la calle 5 de Mayo y la 9 Norte, el costo de sus servicios es de 180 pesos, de los cuales, se destinan 50 para las habitaciones.
Durante la investigación, se encontró que al llegar a la 18 Poniente, los adeptos a estos servicios se encuentran en una vecindad, las trabajadoras de este sitio son físicamente altas, arregladas, alguna de ellas de apariencia atlética y visten de manera más llamativa.
Desde la entrada de estos dos lugares, hay letreros que piden respeto para las trabajadoras y prohíben el uso de celulares con la finalidad de evitar que se difundan imágenes de las mujeres que laboran en estos sitios. Quien no lo haga corre el riesgo de ser expuesto, como es el caso de algunos hombres, cuya imagen cuelga en lonas impresas por haberse atrevido a grabarlas y fueron descubiertos. Los letreros muestran la leyenda: Precaución este pen** te graba, y se advierte que recibirá una golpiza.
Los servicios sexuales únicamente permiten las caricias de la cintura hacia abajo y con el torso cubierto, el cliente que prefiera un desnudo total, habrá de sumar 100 pesos a la tarifa, al igual que quien solicite una posición sexual adicional, pues deberá añadir 50 pesos por cada una. Asimismo, en el sitio existen paquetes que van desde los 200 hasta los 500 pesos extras.
A través de una serie de conversaciones anónimas, distintas mujeres revelaron sus historias a este medio y coincidieron que, aunque para muchos la carga moral que depositan sobre ellas es negativa, cada una tiene una razón de vida para estar ahí.
Muchas de las trabajadoras son madres solteras o jóvenes que llevan el peso de mantener a padres y hermanos, por ello, no se abren fácilmente para confesar que mantienen sus hogares mediante estas ganancias.
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