En la comunidad de Tlahualilo, Durango, hay una leyenda que ha pasado de generación en generación y que aún causa pánico en algunos habitantes de la región.
Cuenta la leyenda que en Tlahualilo ocurrió un suceso extraordinario: un sismo. El hecho ocurrió en una fecha que nadie puede precisar, sin embargo, la gente cuenta que estuvo acompañado de rugidos brotantes del fondo de la tierra, por lo que los lugareños sintieron bastante miedo.
Lo que les sorprendió a los habitantes de la localidad es que Tlahualilo no es un lugar sísmico.
¿Quién fue el ‘diablo’ que causaba temblores en Tlahualilo?
La gente dice que un día, un anciano estaba sumido en un profundo temor, incapaz de proporcionar la aclaración deseada. Bajó la cabeza y se perdió en sus pensamientos, buscando la respuesta adecuada. Finalmente, alzó su mirada fatigada y pronunció con sorpresa:
"Es el Diablo, quien busca apoderarse de todos nosotros y se ha columpiado, pendiendo de su cola, desde la cima de la Sierra de la Campana hasta la Mesa de San Juan. Esa es la causa de los ruidos y el temblor".
Desde ese momento la gente empezó a creer que los ruidos y el temblor era causa del Diablo.
El pueblo quedó atónito. ¿Cómo podrían enfrentar al Diablo? La única defensa poderosa era la fe. Como buenos cristianos, tenían la responsabilidad de luchar contra el mal.
Así que colocaron grandes cruces en la cima de las montañas mencionadas, visibles desde muchas leguas de distancia. Además, clavaron una cruz precisamente en el punto medio de la línea recta que conecta los pueblos de Rosas y Campana.
El fenómeno sísmico se repitió en varias ocasiones, pero los habitantes confiaban en que, tarde o temprano, el Diablo, al columpiarse de su cola, tropezaría con una de esas santas maderas y encontraría su perdición.
Con el pasar de los años, gente esperaba volver a ver al diablo que causaba temblores al columpiarse, sin embargo, cuenta que pocas personas son quienes lo han visto.
¿Cuántas veces se ha aparecido el ‘diablo’ que causa temblores?
Finalmente, cerca de la localidad de Barcelona, se produjo un hundimiento de tierra que dejó un cráter de unos 150 metros de diámetro. El estruendo que siguió liberó una nube con olor a azufre, como si fuera el polvo levantado tras un tropiezo gigantesco y vergonzoso.
A partir de ese momento, cesaron los ruidos y temblores. ¡Bendito sea el Señor! Finalmente, el Diablo, después de tanto columpiarse, se enredó con su propia cola y cayó, poniendo fin a sus juegos que causaban temblor en la sociedad.
EC