La gastronomía poblana es una de las más afamadas y variadas en México, algunos platillos o antojitos cuentan con más fama que otros y, ciertamente, cuentan con nombres muy particulares como chanclas, pelonas y molotes, pero no hay alimento más desconcertante para los turistas que la torta de agua.
Aunque el nombre pareciera ser algo más prometedor, las personas que tienen su primer encuentro con este alimento pueden llevarse una verdadera sorpresa una vez que están a punto de probarla, así que si no las conoces aquí te contamos de este particular alimento poblano.
¿Qué es la torta de agua?
Elaborada de manera artesanal y con ingredientes elementales, la torta de agua es la denominación con la que los poblanos llaman a su pan preferido para acompañar cualquier comida.
La receta se conforma de harina de trigo, harina de malta, sal, levadura y agua, los cuales se mezclan hasta formar una masa homogénea que se deja reposar durante dos horas. Posteriormente se “bolean”, es decir, el panadero hace bolas pequeñas de masa que después deberá “cortar” para darle su forma característica, y se dejan reposar una hora más para después meterlas al horno, particularmente de piedra.
Todo el proceso se hace de manera tradicional en cada una de las panaderías que venden la torta de agua en Puebla, pues a diferencia de las teleras y bolillos, este pan poblano solo podría elaborarse de manera artesanal.
¿Por qué se llama torta de agua?
Probablemente al leer la receta ya hayas descifrado por qué se llama torta de agua, pero por qué ese nombre y no pan de agua, bueno, en Puebla la denominación torta no se utiliza para referirse a un platillo sino al pan, en todo caso si un poblano dice tortas compuestas entonces se referirá a la comida que en otros lugares pueden conocer simplemente como tortas.
Así de peculiares, o complejos, son los poblanos para referirse a un simple, pero delicioso, alimento que cause tal asombro para las personas que no son de la Angelópolis, como lo relata este cuento breve de Lecciones para vivir en Puebla:
“Fuereño recién llegado, salí a conocer mi nuevo entorno. Puebla me había recibido como turista varias veces pero ahora me urgía hacerla mía y para eso nada mejor que caminar y observar a su gente. Así pues, dediqué la mañana a vagar sin rumbo fijo. Planeaba comer en alguna fonda, pero un seductor anuncio me disuadió: Tortas a $3.00 ―la ganga me parecía inmejorable―, y animado entré al local. “Buenas tardes, señora. ¿De qué son las tortas?” La matrona pareció desconcertada y tardó en contestarme. Luego, lacónica, soltó lo que entonces fue para mí una revelación: … De agua”.Perla Xóchitl Gómez, 34 años. Rincón del Bosque.
AGA