Su bicicleta es su hogar. Ahora la acompaña Nahui, un cachorro. Andrea viaja por el continente americano por una decisión propia, el desapego como una suerte de lección espiritual. Hace cinco años dejó Venezuela y el horizonte la trajo a Durango. Justo frente a la Plaza de Armas coloca un pequeño tendido para crear las artesanías que vende.
Responde con una sonrisa que se filtra del cubrebocas por su semblante, tal vez porque la soledad es un ejercicio espiritual donde se aprende de la gente como de uno mismo, esto por medio del desapego. Y es que todo en el camino llega, asevera.
“Viajando sola, la soledad no existe. Compartes mucho con mucha gente. Es bonito. Te conoces”.
Pero es el mismo camino el que convierte su destino. Para Andrea el andar es encontrar lo que busca. Así de simple, el viaje es la salud y energía. Además, que en su casos es también su alegría.
“Yo quería esta vida, viajar, conocer, disfrutar y cuando comencé a hacerlo en bici, no creo que haya mejor forma de hacerlo, la bici te brinda muchísimo, te da mucha energía porque está ejercitándote y no gasta dinero porque no gastas gasolina, lo demás, te da mucha alegría, te lleva los lugares a los que necesitas llegar”.
A Nahui, su perrito, lo encontró hace apenas un mes, y desde que lo tuvo en frente, supo que era lo que buscaba.
Señaló, además, que México es una de las paradas más extensas de su viaje.
“La gente es la que te deja mucha enseñanza, mucho amor. En México he conocido gente maravillosa, pero sí, lugares extraordinarios en todo México, es muy hermoso”.