Llanto, nostalgia y olor a humo fue lo que quedó de la explosión de una toma clandestina en la junta auxiliar de San Pablo Xochimehuacan, la madrugada del 31 de octubre de 2021. A un año de esta tragedia, los afectados recuerdan a sus muertos con flor de cempasúchil, veladoras y catrinas de cartón.
Vecinos de la zona comentaron en entrevista que la tristeza y nostalgia no desaparecerá, pues perdieron su hogar, la vida que construyeron con esfuerzo y a sus seres queridos.
La señora María detalló que hace un año no pudo colocar su ofrenda como tradicionalmente lo hacía; mencionó que este 2022 se siente afortunada de seguir con vida tras el fuerte suceso que vivió. Por esta razón, colocó su ofrenda para recordar a sus seres queridos y a los vecinos que perdieron la vida aquella madrugada.
“Todos los vecinos damos gracias a Dios que nos dio esta oportunidad de vivir, pero los responsables, por ellos estamos pasando muchas necesidades y pedimos que el gobierno los castigue”, comentó.
La mujer agregó que no todos los afectados recibieron el apoyo de las autoridades, ya que aunque algunas casas fueron reconstruidas y otras reubicadas, aún hay familias que carecen de un hogar. Ejemplo de ello es Ricarda Barrera y su esposo, quienes llevaban más de 50 años de vivir en esta junta auxiliar, en la calle Ferrocarriles, pero ahora se quedaron sin hogar y ahora pagan cerca de 2 mil pesos de renta al mes.
Narró que las autoridades explicaron que su casa no podía ser reconstruida, ya que se encuentra en una zona de peligro y ofrecieron reubicarla. Doña Ricarda no aceptó esta opción, puesto que las casas construidas en Lomas de San Miguel no cuentan con los servicios básicos, ni transporte público; además, algunos vecinos comentaron que solo hay tres casas habitadas ya que zona es muy insegura.
“Yo no puedo ir allá, dicen que es cerro y nosotros somos adultos mayores. Mi esposo no puede caminar, a veces le da un dolor fuerte y en esos casos, ¿cómo le hago, cómo lo ayudo? No podemos”, señaló la señora Ricarda.
Agregó que a pocos días de la explosión tuvo oportunidad de acercarse a su casa y vio sus muebles, su ropa, fotografías, el comal donde hacía memelas para vender, las sillas y mesas que rentaban para eventos y sintió una profunda tristeza e impotencia ya que ahora se quedó sin nada de las pertenencias que con los años adquirió.
Por último, añadió que ahora su familia vive al día, sin muebles y con el ingreso justo para comer. Pese a esto, guardan amor por su antiguo hogar y se dieron tiempo para acudir a su predio para dejar flores y veladoras. Afirmó que aunque su casa ya no esté, ese siempre será el hogar de sus muertos.