Más allá de sitios arqueológicos ya conocidos como Templo Mayor, Tlatelolco y Cuicuilco, en el Valle de México existen muestras del pasado prehispánico que además de su belleza resguardan secretos históricos dispuestos a la mano de los visitantes.
“A la sombra” de esos tres grandes atractivos culturales se ubican otros sitios dignos de conocer y visitar, como el conocido como Baños de Nezahualcóyotl o las pirámides de Tenayuca y Santa Cecilia, así como la zona arqueológica de Mixcoac, el basamento de Pino Suárez o las ventanas arqueológicas del Centro Histórico.
En entrevista con Notimex, el arqueólogo Gustavo A. Ramírez Castilla explicó que los llamados Baños de Nezahualcóyotl se ubican en San Nicolás Tlaminca, municipio de Texcoco, Estado de México, y su nombre oficial es Tetzcotzinco, que en náhuatl significa lugar hermoso.
Aclaró vía electrónica que “el nombre de los Baños de Nezahualcóyotl se lo dio el pintor José María Velasco cuando pintó el paisaje con la pileta llamada Baño del Rey y su escalinata, en el año de 1880”, y es una obra de gran ingeniería que llevaba agua a dos tinas talladas directamente sobre roca del cerro, una del rey y otra de la reina.
En el lugar mandado a construir por el Rey Poeta existía también labrada sobre la roca una rana y todavía se pueden encontrar “otras construcciones conocidas como Las Fuentes, que son dos contenedores de agua sobre unas plataformas con niveles diferenciados.
Pero además, “existe también un templo dedicado a Tláloc, en el que se aprecian varios petrograbados con el rostro de este dios. También hay dos tronos, más patios, canales y esculturas”, destacó el especialista adscrito a las oficinas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en Tamaulipas.
Dijo que de acuerdo con las investigaciones, sobre todo fue un lugar ceremonial y para observaciones astronómicas, pero “Nezahualcóyotl lo adoptó también como un espacio de retiro, para la meditación y el ayuno, así como para la celebración de reuniones con poetas y sabios”.
Respecto a la pirámide de Tenayuca, ubicada en el municipio de Tlalnepantla de Baz, Estado de México, resaltó que el sitio fue la primera capital de Acolhuacán, hacia el año 1250 d.C., cuando se construyó la primera pirámide, que fue ampliada seis veces, siendo la última la que se ve actualmente, edificada entre 1450 y 1500.
Los vestigios proceden “de una época en que la Triple Alianza sometió a Tenayuca, por lo que sus rasgos arquitectónicos son mexicas, y constituyen uno de los pocos ejemplos de dicha arquitectura que se han conservado casi completos hasta nuestros días”, aseveró.
Añadió que “el gran basamento piramidal desplanta sobre una plataforma cuadrangular, tiene una doble escalinata separada por alfardas que, en la penúltima etapa remata a cada extremo y en el centro con grandes cubos. Esto nos da una idea de cómo lucía el Templo Mayor de Tenochtitlán originalmente”.
La base de la pirámide está rodeada de un Coatepantli o Muro de Serpientes, esculturas de piedra en forma erguida y con las fauces abiertas, una de las cuales porta un tocado en forma de volutas, lo que la relaciona con Xiuhcóatl, la Serpiente de Fuego, relacionada con el ciclo de 52 años que marca el Fuego Nuevo.
Aclaró que “la pirámide es el elemento más destacado de lo que fue el área ceremonial de la ciudad antigua; pero también se conservan restos de la zona habitacional en otro conjunto cercano conocido como Tenayuca II, que también se puede visitar”.
Respecto a la Pirámide de Santa Cecilia, el también arquitecto y restaurador explicó que, al igual que Tenayuca y Tetzcotzinco, fue construido por los acolhuas y en los años 40 del siglo XX fue explorado por el arqueólogo Eduardo Pereyón, quien sólo encontró el basamento piramidal de estilo mexica, “por lo que debe corresponder entre los años 1450 al 1500”.
Sin embargo, el arqueólogo decidió reconstruir la pirámide basándose en documentos del siglo XVI, de manera que 70 por ciento de lo que en la actualidad se puede admirar no es original, es “una reconstrucción didáctica que, sin embargo, ha adquirido su importancia con el tiempo”.
Anotó que “al estar situada como las antes mencionadas ciudades, a orillas del lago, estas poblaciones se beneficiaban de la abundancia de agua para la agricultura, la pesca y la obtención de sal, que fue una de sus actividades primordiales”.
En cuanto al pequeño sitio arqueológico de Mixcoac, ubicado entre avenida San Antonio y Periférico, precisó que sobreviven restos de una pirámide y algunos muros de unidades habitacionales construidas en el Postclásico, hacia el 1500 d.C., por los mexicas en honor a Mixcóatl, dios de la cacería.
Acotó que “su nombre significa Serpiente de Nubes, y se refiere a la vía láctea que semeja esa forma. Aunque no está oficialmente abierto al público, puede visitarse”.
Del basamento ubicado en el interior de la estación del Metro Pino Suárez, recordó que fue descubierto durante la construcción de la Línea 1 del Sistema de Transporte Colectivo (Metro); se encontraron 12 pero sólo fue posible rescatar el que se observa y tiene una planta circular sobre otra cuadrada con escalinata.
Se le designa Templo de Ehécatl Quetzalcóatl, un altar, construcción a escala de otros similares de mayor tamaño que existen en lugares como Cempoala y Oceolapan, Veracruz, o Calixtlahuaca, Estado de México, dedicados al dios del viento y data de los últimos años de México-Tenochtitlán, construido hacia 1450 d.C.
Al referirse a las ventanas arqueológicas ubicadas cerca y en los alrededores del sitio de Templo Mayor, Ramírez Castilla expuso que son una propuesta didáctica y museográfica que permite a las personas acercarse a vestigios antiguos de cualquier tipo, sin necesidad de entrar a un museo.
En su interior a través de una ventana de vidrio templado se pueden admirar elementos arquitectónicos en su ubicación y forma original, abundó al resaltar que es una buena propuesta pues “creo que es mejor que el conocimiento sea asequible para todos”, para saber el origen de todos los mexicanos
Mencionó por último que “es cierto que muchos transeúntes son irresponsables, arrojan basura a las ventanas arqueológicas y mantenerlas cuesta mucho esfuerzo. Entonces también contribuyen a educar a la sociedad en el respeto a la infraestructura y a la historia”.