La Arena Puebla es recinto sagrado para quienes profesan, aman y viven la lucha libre, un deporte-espectáculo arraigado en la cultura popular mexicana. Un inmueble con 70 años de historia que ha sido testigo mudo del paso de las grandes leyendas del pancracio nacional: El Santo, Blue Demon, Cavernario Galindo, Perro Aguayo, Atlantis, Místico y hasta Octagón.
Cada noche lunes, la esquina de las calles 13 Oriente y 4 Sur se convierte en un punto de reunión de aquellos poblanos que admiran el juego entre cuerdas, las llaves y contrallaves, y se quitan el estrés con las acciones dentro del ring.
Arena Puebla: el templo del dolor
El 18 de julio de 1953 abrió sus puertas la Arena Puebla con un cartel lujo que estuvo protagonizado por las leyendas del cuadrilátero: Enrique Llanes, Tarzán López y Black Shadow, quienes enfrentaron a El Santo, Cavernario Galindo y El Verdugo.
La tradición de la lucha libre en Puebla es preservada por la familia encabezada por Benjamín Mar, actual administrador del recinto, quién heredó de su padre el amor y el respeto por este deporte.
“A Manuel Robles, mi padre lo mandan por parte de administración a liderar la Arena Puebla y en 1986 toma las riendas de la fabulosa Arena Puebla, el templo del dolor, el templo sagrado de la lucha libre en Puebla”, mencionó Benjamín Mar en entrevista para TELEDIARIO.
La Arena Puebla es un edificio histórico que ha fungido como el segundo hogar de los gladiadores emanados por el Consejo Mundial de Lucha Libre (CMLL). Pero, también ha sido semillero de nuevos talentos forjados por profesores locales como Black Tiger, King Jaguar y Police Man, de sus conocimientos salieron nuevas figuras como: Stigma, Rey Samuray, Asturiano, Toro Bill Jr., Perverso, Arkalis y Pegaso.
Lucha libre: poesía en movimiento
En la Arena Puebla el desfile de capas y máscaras inicia cada lunes a las 21:00 horas, una vez que suena el silbato y se anuncia la caída.
Mientras en el pancracio se desarrolla la batalla, abajo se mueve otro mundo en donde se escucha la voz del anunciador y la de las personas que ofrecen cerveza o refresco, también de aquél que vende máscaras.
En esta algarabía es común ver al acomodador que asigna las butacas al público, y por su puesto los gritos de quien apoya a los técnicos o vitorea a los rudos. No falta quien disfruta con cemita en mano y se emociona con una máscara de su ídolo. Todo ello, mientras las patadas, los lances y el sonido del cuerpo en la lona adornan el entorno.
La lucha libre también símbolo e identidad de México, tanto que a nuestro país le reconocen el talento que hay entre las cuerdas.
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