La victoria ante el Sheffield, después de dos derrotas, fue un espejismo para el Chelsea que volvió a la cruda realidad y encajó, en el Molineux Stadium, un nuevo revés y salió batido frente el Wolverhampton (2-1), que dejan al conjunto de Mauricio Pochettino más cerca de la zona de descenso que de Europa.
No carbura el conjunto londinense que volvió a las andadas víctima de sus propios errores. Un equipo que concede tanto como el del preparador argentino tiene un mal panorama. Juega a impulsos el Chelsea, plagado de talento, excesivamente individual. Sin orden, sin criterio.
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Sale muy dañado Pochettino, incapaz de dar un giro a la situación. Su equipo fue superado por el Wolverhampton, un rival nada extraordinario pero más organizado que llevaba dos partidos sin ganar y que cenará en Nochebuena feliz por el reencuentro con el triunfo, en el ecuador de la clasificación y a la misma altura que su todopoderoso rival.
Tuvo el Chelsea la victoria en la mano porque dispuso de las ocasiones más claras hasta la segunda mitad, cuando el partido se abrió, enloqueció y fue un correcalles, un intercambio de golpes que previó al combinado de Gary O'Neill.
Ninguna ocasión tan evidente, tan clamorosa como la que tuvo a la media hora de partido cuando Raheem Sterling robó el balón a Joao Gomes en la salida de balón y encaró la portería local. Estaba acompañado de Cole Palmer y Nicolas Jackson. Tres para uno. Pero optó por tirar, por terminar la acción y se estrelló con Jose Sa que salvó el gol.
El Wolverhampton, inferior, tuvo también su oportunidad justo antes del intermedio. Nació de Pablo Sarabia, el mejor de su equipo, que envió la pelota al coreano Hwang Hee Chan. Su tiro, algo escorado, salió alto.
El gol inicial de los locales llegó en el 51, pocos minutos después de la reanudación en un córner botado por Sarabia que cabeceó el gabonés Mario Lemina para adelantar al cuadro de O'Neill.
Pudo empatar por medio de Christopher Nkunku a la hora de juego, pero Craiw Dawson sacó bajo palos, en la línea, un balón que entraba a gol.
Pochettino optó por un triple cambio: dio entrada a Ian Maatsen, Noni Madueke y Benoit Badiashile a diez del final. Pero en pleno ataque, desesperado, del conjunto visitante, en una rápida transición los Wolves ampliaron el daño londinense con un pase desde la izquierda del español Hugo Bueno al que se interpuso el central francés Benoit Badiashile que dejó el balón muerto para a los pies de Matt Doherty que no perdonó en el 93.
Aun así renació el Chelsea a base de coraje cuando un pase de Sterling desde la derecha lo cabeceó Nkunku hacia la red con varios minutos aún por disputar. No hubo milagro. Resistió el Wolverhampton que devolvió al Chelsea a la realidad.
MPP