Cuando el Real Madrid se acercaba a su tercer empate en cuatro jornadas, un gran disparo de Luka Modric puso premio en la recta final al ímpetu y la fe del líder, salvado antes por una parada decisiva de Andriy Lunin, superando momentos de desesperación con el arbitraje y el planteamiento defensivo del Sevilla que se le atragantó.
Uno de los goles más celebrados de Modric. A sus 39 años. Elevado al cielo de Madrid a hombros de Rüdiger en el reconocimiento a la importancia de un gol que devuelve la firmeza al Real Madrid en el liderato.
Con el Santiago Bernabéu rendido a un jugador de leyenda que se va apagando según reduce minutos en un rol difícil de interpretar cuando se fue referente. La respuesta del que quiere seguir jugando, sin mirar el DNI, en días en los que ya se habló de una propuesta para dejar el fútbol.
Cuando se visita el Bernabéu hay dos caminos por los que puedes elegir transitar de inicio. Tras ver a Míchel ser castigado por su valentía, por la fidelidad al estilo innegociable del Girona, Quique Sánchez Flores optó la vía opuesta. Alentado por las bajas madridistas, por la ausencia de un plan b sin 9. Defensa de cinco, líneas unidas, sistema de ayudas ante las individualidades de Vinícius y Rodrygo. Arriba no tenía más Ancelotti.
Al Real Madrid se le dibujó el partido más incómodo. Y estalló cuando tras encontrar una acción que lo dinamitaba, el factor sorpresa con la irrupción inesperada de Lucas Vázquez y su buena definición, el VAR advertía al colegiado de una acción previa. Un pisotón en la parte trasera de la bota de Nacho a En-Nesyri cambió la decisión de Díaz de Mera e incendió el Bernabéu.
Consciente de la importancia del gol para abrir el partido a los trece minutos. Más aún tras ver como Isaac Romero le ponía en bandeja el gol a En-Nesyri y perdonaba la única acción de buena lectura ofensiva de un Sevilla impreciso con balón. Satisfecho con mantener el pie el muro instalado al borde de su área.
La desesperación se apoderó del Real Madrid. Comenzando por Ancelotti en una imagen inédita, amonestado por su queja repleta de frustración. El sentimiento de injusticia ante el gol anulado se plasmaba en diferentes acciones. El grito de rabia de Lucas, los brazos en alto de Brahim, el balón desplazado de Kroos primero, que en acción posterior acababa lanzándose al césped para golpearlo con la misma rabia que gritó a un metro del colegiado una falta señalada que acabó en tarjeta.
Se alejó del fútbol el líder entremezclando la impotencia con los que considera arbitrajes injustos y la que sentía por no poder exhibir su juego. Sin espacios. Volcando en exceso todo al lado de Vinícius. Por donde también caía Rodrygo para dañar a Jesús Navas. Sin un solo rematador en el área. Sin un solo disparo desde fuera del área hasta que lo entendió Fede Valverde con un zapatazo que sacó arriba Nyland.
Sin posibilidad de correr, Quique Sánchez Flores redujo al máximo los momentos de riesgo. Entre acciones de calidad de Vinícius al limbo, centros a nadie en el área, arranques de Brahim y una irrupción de segunda línea de Tchouaméni, de vuelta al mediocentro con el regreso de Rüdiger, que estrelló en el lateral de la red, se le marchó el primer acto al Real Madrid.
O aumentaba la velocidad y el movimiento al espacio, tuvo que decir Ancelotti a sus jugadores en la caseta, o no ganarían el partido tras dos empates en las tres últimas jornadas. El sentimiento de reabrir una Liga que sienten suya. Y en pocos minutos del arranque chutaron más al portero sevillista que en toda la primera parte.
Valverde remató al poste una jugada de Brahim. Rodrygo despertaba para aumentar el peligro de sus acciones, más vertical, acabando jugada. Aparecía el desorden que no deseaba el Sevilla pero también opciones para castigar al contragolpe a un Real Madrid volcado. Así emergió Lunin con una de esas paradas que añora el madridismo de Courtois. Firme ante Isaac Romero que rompió con velocidad y remató con calidad. Con la rodilla salvó el tanto el portero ucraniano.
Ya no había retorno para el Real Madrid. Asumió el riesgo para evitar un bache liguero y fue creciendo según acabó jugadas. Con Rodrygo acariciando la escuadra en su eslalon y probando en disparos, junto a Vinícius, la seguridad de Nyland. Con ese ritmo frenético que empequeñece rivales y deja en el olvido cualquier limitación con la que encare el partido.
Se frenó en seco por la lesión muscular del colegiado. Minutos de respiro para un Sevilla al que le comenzaba a faltar al aire, que dieron paso a un asedio sin finalización. Hasta que apareció Modric como artista invitado para sacar oro de un despeje centrado. Con un derechazo imposible para el vuelo de Nyland. Besó el poste y entró en la portería para dar paso a una liberación en la celebración de un futbolista eterno.
Rja