Triplemanía XXX, el estadio de los Sultanes de Monterrey fue el gran testigo y juez de un impactante choque entre colosos: La Park y Villano IV, una lucha llena de nostalgia, acciones, y un estilo recio que nos recordó aquellas luchas de antaño y rememoró los primeros pasajes épicos de la humanidad. La Park cual Gilgamesh, chocó con un Enkidu vestido de rosa que lo esperaba en el final de la calle.
El inicio
El segundo enfrentamiento de la Ruleta de la Muerte había dado inicio, Villano IV, el menor de los Imperial, luchador de la tradición y el santuario del Toreo de Cuatro Caminos, hizo gala del estilo aguerrido que lo condujo a cobrar la máscara de los Brazos, la cabellera de Cassandro, y que es tan característico de los villanos. Dominante mantuvo el control sobre La Park, hasta el momento en que, en un acto fuerza, sujetó la máscara y tiró con fuerza hasta romperla.
El retorno
Pronto las acciones bajaron del encordado, las herramientas de castigo no se hicieron esperar, el respetable sabía que no se encontraba frente una lucha moderna, era como si en ese instante el Estadio Mobil Super de Sultanes de Monterrey hubiera prestado sus butacas para traer de nuevo al ya extinto Toreo de Cuatro Caminos. La sangre fluyendo del rostro de La Park y en la máscara del Villano IV se dejaba ver una sonrisa.
Una vez recobrada su fuerza, La Park logró arremeter contra Villano IV un castigo que lo mandó fuera del ring y un sillazo en el rostro le permitió lograr el dominio de la lucha. La Park hizo válido el ojo por ojo en medio del público y la máscara rosada se convirtió en apenas tela sobre el rostro del luchador.
En la lona, sobre sus cuerpos, en el árbitro, la sangre todo lo manchó en la batalla encarnizada.
El final
El luchador que recibe castigos, trampas, marrullerías, que suda, sangra y pierde para llevar en su cuerpo los desahogos del respetable, crucificado sobre una tabla, desciende a los infiernos luego de un tope entre las cuerdas, y resucita en gloria haciendo gala de un limpio contrallaveo, mientras la autoridad le levanta la mano, la afición grita su nombre, llueve metal precioso a su alrededor, la ostia, la comunión, y la paz.
Así se vivió este auto sacramental de sábado en la noche, sacro y profano entre butacas, dialogo sangriento tragicómico, actualización mítica discursiva en un seis por seis, adrenalina y catarsis, la gallera encendida y liberada. La Park soportando golpes ilegales y gran castigo sorprende al Villano IV con una variante de casita y salva su máscara de la Ruleta de la Muerte.
PALA