La Mohammed Abdo Arena de Riad se convirtió en el escenario de un triunfo que, paradójicamente, sembró más dudas que certezas sobre el futuro inmediato de Junto Nakatani.
En lo que se suponía sería una presentación dominante para validar su ascenso a las 122 libras y asegurar un duelo estratégico contra Naoya Inoue en 2026, el japonés se encontró con una resistencia inesperada por parte de Sebastián ‘Logan’ Hernández.
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Al finalizar los doce episodios, el anuncio de la decisión unánime desató una oleada de críticas, no solo por la victoria del nipón, sino por la alarmante disparidad en los criterios de los jueces.
Mientras dos de los oficiales reflejaron la paridad del encuentro con tarjetas de 115–113, el juez local Nawaf Almohaimeed entregó un polémico 118–110.
Esta última puntuación pretendió ignorar la realidad de un combate donde el mexicano puso en jaque al invicto, obligándolo a recurrir a toda su resistencia para no sucumbir ante la presión.
Sebastián Hernández y la presión que se vio reflejada en el rostro de Nakatani
La narrativa de la pelea se dividió en dos realidades opuestas. Durante los primeros asaltos, Nakatani utilizó su ventaja física y su guardia zurda para mantener a raya a Hernández con una precisión técnica destacable.
Sin embargo, la seguridad del japonés comenzó a resquebrajarse cuando el ‘Logan’ activó una agresividad visceral que no permitió respiros.
Del séptimo al undécimo asalto, el control del cuadrilátero cambió de manos; Hernández descifró el ritmo de su rival y lo arrastró hacia las cuerdas, castigándolo severamente en las zonas blandas y forzándolo a una pelea de desgaste que Nakatani no lograba descifrar.
En este tramo, el nipón dejó de dictar las condiciones y pasó a un estado de supervivencia, limitándose a responder ataques aislados mientras el mexicano imponía el ritmo a través del empuje constante.
Las secuelas de este enfrentamiento quedaron grabadas de forma dramática en la piel del ganador.
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Al sonar la campana del undécimo round, el daño en el rostro de Nakatani era evidente: su ojo derecho estaba prácticamente cerrado por completo y presentaba múltiples cicatrices de batalla que delataban la ferocidad de los impactos recibidos.
A pesar de que Nakatani logró conectar los golpes más limpios en momentos puntuales, la verdad del ring mostró a un peleador vulnerable ante un oponente que no respetó su jerarquía invicta.
Esta decisión deja una historia inconclusa y un ranking libra por libra que ahora se siente como una evaluación viva y en constante duda; aunque el papel le otorgó su victoria número 32, el castigo recibido sugiere que el costo de mantener el invicto fue sumamente elevado.
DR