Mientras una eufórica Venus Williams cogía carrerilla para su pirueta de celebración y el público respondía con un aplauso atronador, Serena Williams esperaba pacientemente en el pasillo contiguo a que se calmara el jolgorio.
Estaba emocionada por la victoria de su hermana mayor sobre CoCo Vandeweghe y su regreso a una final del Grand Slam por primera vez desde Wimbledon en 2009, pero en realidad no podía reaccionar porque ella también tenía un trabajo que hacer.
Cuando una Williams salía, otra entraba para su partido de semifinales contra Mirjana Lucic-Baroni y las hermanas apenas cruzaron una mirada. Una hora más tarde, Serena se aseguró de que habría una novena final con dos Williams en un Grand Slam, la primera en Australia desde 2003.
No pudo ser fácil apartar la mirada de una hermana que había pasado tantas penurias para recuperarse de una enfermedad y que había sido descartada como competidora por el título.
"Es una semifinal de un Grand Slam y yo jugaba contra alguien muy bueno", dijo Serena. "Así que fue apenas un momento".
"En el deporte, tienes que concentrarte. También es un gran momento porque te das cuenta de que somos tan próximas, somos familia. Pero es esa concentración y la disciplina que tienes que tener", explicó.
Las hermanas Williams a menudo viajan y entrenan juntas, como han hecho en el circuito durante dos décadas.
Y el viernes, la víspera de la final femenina del Abierto de Australia, las hermanas entrenaron juntas de nuevo en Melbourne Park.
Serena quiere batir un récord de la era moderna del tenis con 23 títulos del Grand Slam. Venus aspira a su octavo título en un major, el primero desde Wimbledon en 2008.