Si hubo un hombre con el don de transfigurarse de ladrón de iglesia a revolucionario, y candidato a la presidencia a la sombra de un caudillo hasta el pordiosero Pito Pérez y un famélico hombre de familia que habló con Dios, el diablo y la muerte, ese fue Ignacio López Tarso (15 de enero de 1925, Villa de Guadalupe, CdMx), quien falleció este sábado 11 de marzo a los 98 años en Ciudad de México.
El actor deja otra vacante en la casi extinta generación de la Época de Oro del Cine Mexicano. Su trayectoria abarcó más de 50 películas, entre ellas Macario, la primera cinta mexicana nominada al Oscar (en 1960) y más de 70 piezas teatrales, además de una gran cantidad de telenovelas.
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Su polifacético carácter se desarrolló debido a Alfonso López Bermúdez, su padre, un empleado del servicio postal que llevó a su familia por Hermosillo, Navojoa, el puerto de Veracruz, Valle de Bravo y Guadalajara, ciudad en la que antes de cumplir 10 años vio abrirse un telón por primera vez y su embeleso fue instantáneo.
Ya que su familia se vio imposibilitad de costearle educación, optó por ser seminarista (estudió en Temascalcingo y en Tlalpan), sin sentir esa vocación. El devenir le tendría preparados múltiples trabajos hasta que llegó al definitivo: militar, vendedor y agricultor, lo cual le conduciría a Estados Unidos, de donde volvería tras caer de un naranjo, accidente que casi lo dejó parapléjico:
“Al mes y medio me dieron 20 dólares, me pusieron un corsé de yeso y me regresaron a México en un tren de tercera clase. Llegué a Buenavista, vivíamos por la Villa de Guadalupe, y me fui caminando hasta allá, no tenía nada de dinero; casi llegaba a la casa cuando me ve mi hermano y me grita “¿Ignacio, eres tú?”, me abraza y nos pusimos a llorar”, recordó en entrevista para Milenio con Isabel Hernández Medel.
Luego de su recuperación, de poco más de un año, ingresó en 1949 a la Academia de Arte Dramático del Instituto Nacional de Bellas Artes y después fue diputado federal, lo que le permitió desempeñar otros cargos públicos en el ámbito cultural.
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De "López" a Tarso
Educado en distintas disciplinas artísticas cuya condición de todas fue la actuación, López Tarso se abocó principalmente al teatro. Su primer escenario fue el de Bellas Artes, la escuela donde estudiaba; sus iniciales puestas en escena fueron El sueño de una noche de verano, Macbeth y Enrique IV con un elenco de alumnos, luego con Seki Sano, el maestro que abrevó directamente de Konstantín Stanislavski. Su debut profesional fue en 1951 con la obra Nacida ayer, de Garson Kanin.
“La mejor época, no solo en mi vida teatral, sino en la historia del teatro en México, ha sido el periodo presidencial de Adolfo López Mateos, para el teatro, para el espectáculo, tuve la oportunidad de hacer las obras que quería hacer, y que de no ser con el teatro oficial nunca hubiera podido hacerlas. El teatro oficial estuvo patrocinando el teatro, creó teatros, hizo toda una infraestructura y eso solo ha sucedido en esos seis años”, indicó el actor a Adriana Jiménez Rivera en entrevista para M2.
“Lo mejor de mi carrera, hice a Shakespeare (Otelo), los griegos (Edipo rey), los clásicos españoles. De Shakespeare todavía me faltan muchos”.
El poeta Xavier Villaurrutia fue quien le advirtió que su apellido López no alcanzaría el éxito, así que le sugirió adoptar un seudónimo. La elección del nuevo apelativo tuvo que ver con San Pablo apóstol remontándose a lo aprendido en sus años de seminarista sobre la vida de este, originario de la ciudad de Tarso. Así decidió sustituir su segundo apellido por Tarso.
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Un grande de la pantalla
Su debut en la pantalla grande fue en 1954 con La desconocida, dirigida por Chano Urueta, a la que le siguieron casi medio centenar de filmes que le dieron renombre.
Sin embargo, fue con Macario, de Roberto Gavaldón, argumentado por Bruno Traven, que López Tarso obtuvo un reconocimiento internacional al interpretar la historia de un hombre cuyo sueño de gozar de un festín de guajolote se ve interrumpido por apariciones místicas y un agua milagrosa que lo agobiará.
La Cucaracha (1959), Nazarín (1959), La sombra del Caudillo (1960), Rosa Blanca (1961), Cri Cri, el grillito cantor (1963) y La vida inútil de Pito Pérez (1970) fueron otras de sus cintas en una carrera en la que compartió créditos con Dolores del Río, Carlos López Moctezuma, Elsa Aguirre, Luis Aguilar, Pedro Armendáriz y María Félix, entre otras luminarias.
Su primera participación en una teleserie fue Cuatro en la trampa (1961), una trama de corte histórico en la que actuó junto a Adriana Roel y Fernando Luján.
Entre sus participaciones destacadas en telenovelas se encuentran La tormenta (1967), con Columba Domínguez y José Carlos Ruiz, cuya personificación de Benito Juárez trascendió generaciones, y Senda de gloria (1987), sobre la reestructuración de la sociedad mexicana tras la Revolución.
Sin embargo, López Tarso también cosechó prestigio en melodramas convencionales como con su personaje de don Rafael del Junco en El privilegio de nacer.
Discografía de Ignacio López Tarso
López Tarso grabó ocho discos en los que declama versos y corridos, principalmente acerca de la Revolución mexicana, acompañado por Roberto Rojas. Nadie puede arrebatarle el título de narrador de corridos, con lo que el teatro en atril se dio a conocer a nivel popular en las plazas de gallos y pueblos de México, gracias a su “buen decir”.
Últimos años de Ignacio López Tarso
En 2018 fue investido como doctor honoris causa por la Universidad Autónoma de Nuevo León y el ex presidente Enrique Peña Nieto le entregó el Premio Luz de Plata, con el que se reconoció su trayectoria cinematográfica nacional.
En 2019, en el escenario del Teatro San Jerónimo Independencia, López Tarso y su hijo Juan Ignacio Aranda presentaron la obra Una vida en el teatro.
“Mi carrera ha sido muy grata, muy recordable, la he querido muchísimo porque he hecho lo que había soñado hacer”, dijo.
CMOG