Laika fue una perra callejera de Moscú que, en 1957, se convirtió en el primer ser vivo en orbitar la Tierra a bordo de la nave espacial soviética Sputnik 2. Con su pequeño tamaño y carácter dócil, dicha perrita fue elegida para esta misión histórica que, aunque trágica, la convirtió en un símbolo de los primeros esfuerzos de la humanidad por explorar el espacio exterior.
Al ser un animal callejero, los científicos creían que Laika podía tolerar las duras condiciones de la misión espacial mejor que otras opciones. Fue entrenada cuidadosamente junto con otros perros para soportar espacios pequeños y condiciones extremas, y finalmente se le encomendó la misión de ser pionera en el vasto y desconocido espacio.
¿Qué ocurrió con Laika?
A pesar del éxito inicial de su misión, el destino de Laika fue triste. El Sputnik 2 fue lanzado el 3 de noviembre de 1957 con Laika a bordo, y la nave alcanzó la órbita de la Tierra en cuestión de minutos. Sin embargo, el viaje estaba destinado a ser de una sola vía: en ese momento, la tecnología no permitía traer de vuelta a la nave espacial ni a su ocupante.
Los científicos sabían que la perrita no regresaría con vida, pero la rapidez del lanzamiento y la falta de recursos llevaron a que se ignoraran ciertos aspectos de la seguridad de la nave.
Inicialmente, se reportó que Laika sobrevivió en órbita por varios días, pero décadas más tarde se reveló la verdad. A solo unas pocas horas después del despegue, la perrita sucumbió a un golpe de calor debido a un fallo en el sistema de control de temperatura de la cápsula. Este desenlace fue un recordatorio de las limitaciones tecnológicas de la época y generó controversia sobre los costos éticos de los experimentos en animales en el ámbito científico.
¿Por qué enviar a una perra al espacio?
Laika fue elegida para esta misión no solo porque era pequeña y resistente, sino porque los científicos de la Unión Soviética querían evaluar los efectos de los vuelos espaciales en un organismo vivo antes de enviar a un ser humano.
Los perros fueron los animales seleccionados para estos primeros experimentos debido a su tamaño, su carácter sociable y su capacidad para entrenarse en rutinas específicas.
Además, se pensaba que los perros callejeros tendrían una mayor resistencia a condiciones de vida difíciles y a ambientes confinados, características que los harían adecuados para tolerar la extrema incomodidad de las cápsulas espaciales de la época.