En los alrededores del Lusail Stadium los aficionados de Arabia Saudia y México se fundían en una marea verde que solo rompían los tintos rojos y blancos de la bandera de el 'Tri'. Suena el "Canta y no llores" y la gente pasa de los disfraces de lucha libre, hasta los del Chapulín Colorado, pasando por aquellos que llevan un cuenco de nachos en la cabeza.
El clamor es general. "Sí, nos clasificamos", dicen, para más tarde añadir. "Estamos jugando fatal". Pero no han venido hasta Catar, a 14.000 kilómetros de su país, para perder la esperanza. Necesitan una carambola casi imposible, pero hay tiempo y los milagros ocurren. Sobre todo cuando se habla de fútbol.
"Mi selección no está muy fuerte", explica Gustavo, que se aferra a su bandera a la vez que responde. "No tenemos la suficiencia para ganar, pero espero que lo hagamos".
Gustavo mira a su alrededor y se encuentra con una masa de mexicanos que avanzan hacia el estadio con la alegría del que va a ver una final, no una posible despedida. No le sorprende.
"Somos incondicionales, los apoyamos desde siempre. Ahora es el equipo, ahora es México el que tiene que hacer su parte. Nuestra parte ya está hecha. Hemos venido desde muy lejos, desde el otro lado del mundo, para apoyarles. Ahora les toca a ellos", afirma, antes de proseguir su camino hacia el impresionante Lusail, una joya de la arquitectura que sí albergará una final, el próximo 18 de diciembre.
México, que necesitará ganar, golear y esperar, está en esta situación tras caer por 2-0 ante Argentina, resultado que no olvidan los hinchas mexicanos. "Sería perfecto si eliminan a Messi, por ese gol que nos clavó", añade Héctor. "¿Messi eliminado o México a octavos? Las dos", agrega con una sonrisa.
Su liturgia, clásica ya en estos torneos, aunque su racha de clasificación a octavos esté a punto de romperse, solo la rompe el ruido saudí. Un chaval salta en medio de una entrevista y comienza a gritar: "¡Saudí, saudí!". Es el reflejo de un país y una selección que aspira a meterse en los octavos de final de un Mundial, tras lograrlo también en Estados Unidos 1994.
Es un choque de aficiones y culturas, pero reina el buen ambiente. No hay separación de aficionados por temas policiales y las entrevistas en televisión aúnan a personas de ambos equipos. Lo único que sobrevuela Lusail son sonrisas. El "Canta y no llores" volverá a sonar más tarde. Seguramente con otro contexto.