GRECIA. — El campo de refugiados más grande de Europa está atestado.
Los que arriban a la isla griega de Lesbos deben arreglárselas como pueden fuera de su perímetro de alambre de púas, en un laberinto de carpas cada una con un número pintado con aerosol negro.
Lesbos y otras islas griegas frente a la costa de Turquía servían de barrera física al continente europeo, equipadas con campamentos, patrullas marítimas internacionales y nuevas normas restrictivas para los viajes.
Hace un año, Grecia flexibilizó discretamente esas normas para aliviar la sobrepoblación de los campos y serenar los ánimos de los isleños, perjudicados por los efectos de la crisis sobre el turismo. Miles de solicitantes de asilo fueron transportados al continente, donde se amplió la red de campamentos regentada por el estado.
Pero las condiciones en las islas se han deteriorado y las patrullas siguen siendo incapaces de detener a los migrantes que huyen de la guerra y la pobreza.
El campo de Moria en Lesbos tiene capacidad para 3 mil personas, pero en la actualidad aloja a 12 mil, de las cuales 7 mil se encuentran en la ladera adyacente donde las condiciones se vuelven desesperantes con la inminencia de la época preinvernal.
El brusco aumento de los arribos ha tensado las relaciones entre Grecia y Turquía, aliados en la OTAN, que ya estaban enfrentados por los derechos de extracción de gas natural en el Mediterráneo oriental y otras disputas de vieja data.
Lesbos, la tercera isla más grande de Grecia, atrae a los traficantes de la costa turca que dirigen sus embarcaciones hacia la costa llana del norte o hacia las luces de su aeropuerto internacional junto al mar.
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