Josep Ratzinger, mejor conocido por el Benedicto XVI, definió sus primeros años en Alemania, su país natal, que cuando tenía 14 años, Adolf Hitler llegó al poder, por lo que los funcionarios escolares siguieron órdenes nazis y lo inscribieron al movimiento de las Juventudes Hitlerianas contra su voluntad.
Sin embargo, el emérito abandonó la organización tiempo después, ya que estaba estudiando para el sacerdocio, pero fue devuelto al redil nazi al ser reclutado por el ejército de Alemania, y por dos años sirvió a su nación como parte de una unidad antiaérea.
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Durante los últimos días de la Segunda Guerra Mundial, Benedicto desertó y se convirtió en prisionero del ejército de Estados Unidos. No obstante, fue liberado de un campo de prisioneros de guerra en 1945.
Benedicto XVI estaba convencido de que Hitler “era el Anticristo”, y que su triunfo no podía suceder de ninguna forma. Y haber pertenecido a las Juventudes Hitlerianas no representaba necesariamente identificarse con el nazismo.
Cuando la gente era consciente del horror de los campos de concentración, Benedicto escuchaba las emisiones de la BBC clandestinamente, incluso su esposa le advertía que bajara el volumen de la radio.
El hermano de Benedicto, Georg Ratzinger, expiró que durante los últimos días de la Segunda Guerra Mundial, veían a sus enemigos, los adversarios de Alemania en batalla, como sus libertadores, a los que estaban agradecidos por haber puesto fin al régimen de los nazis.
Posteriormente, el emérito siguió su formación hasta ordenarse como sacerdote. Sin embargo, la teoría que describe a Benedicto como simpatizante de Hitler, no pasaba de ser sensacionalista, ya que en su pasado practicó alguna manera de resistencia pasiva.
AA