Con un acto frente a una prisión y una videoconferencia desde Bélgica de Carles Puigdemont, ayer los partidos independentistas catalanes pusieron fin a una atípica campaña electoral pidiendo la movilización de los suyos ante el peligro de derrota.
“Estas no son elecciones normales”, advirtió Puigdemont a través de la pantalla en un mitin virtual retransmitido en 100 puntos diferentes de la región en el último día de campaña electoral de su formación Junts per Catalunya (Juntos por Cataluña, centroderecha).
“No hay en juego quién gana las elecciones, sino si gana el país o gana (Mariano) Rajoy”, afirmó el líder separatista sobre el jefe de gobierno español que lo destituyó hace mes y medio del cargo y intervino de facto la autonomía de Cataluña.
La intervención de Rajoy dejó sin efecto la declaración unilateral de independencia hecha el 27 de octubre por la mayoría separatista del Parlamento catalán, que también fue disuelto por el Ejecutivo español.
Mañana, los catalanes están llamados a renovar los 135 legisladores de la Cámara regional. Y si en los comicios de 2015 los independentistas obtuvieron 72 escaños, en esta ocasión su mayoría parlamentaria absoluta pende de un hilo.
Según la mayoría de sondeos, la igualdad es máxima entre el bloque separatista y el unionista (también llamado constitucionalista), cuyo máximo exponente, Ciudadanos, una formación nacida hace 11 años para combatir el nacionalismo, podría incluso ganar los comicios.
“Estamos muy cerca de poder cumplir un sueño (...) vamos a despertar de esta pesadilla el próximo jueves”, afirmó Inés Arrimadas, candidata del partido y actual líder de la oposición en un barrio obrero de Barcelona.
La fuga de votos llevó al jefe de gobierno a instalarse los últimos días en Cataluña e intentar evitar el descalabro de su partido que podría quedar en último lugar con su candidato, Xavier García Albiol
“El PP es el voto a favor de la libertad, de la paz social, de la ley, de la concordia, de la Constitución española, a favor de la pluralidad y a favor de Cataluña, España y Europa”, dijo en el cierre final de campaña en Barcelona.
La campaña estuvo marcada por la situación judicial de los líderes independentistas, investigados por rebelión, sedición y malversación tras haber impulsado el proceso de secesión y celebrar el referendo de autodeterminación ilegal del primero de octubre.
Puigdemont y otros cuatro miembros del gobierno cesado se encuentran en Bélgica y bajo orden de detención si vuelven a España.
Otros dos compañeros están en la cárcel, así como los presidentes de dos asociaciones independentistas.
Entre los encarcelados está el vicepresidente Oriol Junqueras, candidato del partido Izquierda Republicana (ERC) y principal rival de Puigdemont por liderar el bloque independentista.
La formación izquierdista compite por la victoria con Ciudadanos y tiene la oportunidad de gobernar la región por primera vez desde la Segunda República española (1931-1939).
En la última jornada de campaña, el partido buscó homenajear a su líder preso con un acto enfrente de su prisión en Madrid y un mitin final de campaña en su pueblo, Sant Vicenç dels Horts, a 20 km de Barcelona.
“No han dejado a Oriol Junqueras participar en la campaña electoral porque le tienen miedo”, aseguró su número dos Marta Rovira mientras los alrededor de dos mil asistentes llenaban el acto con gritos de “libertad”.
“¿Qué es esto de encerrar ideas en la prisión? ¡Esto no es nuestra república!”, insistió.
El conflicto político en Cataluña se agravó en los últimos meses con la celebración del referendo, reprimido por la policía, y la declaración de la secesión y arrastró al país a su peor crisis en décadas.
Concentrados en denunciar la intervención del gobierno español y la encarcelación de sus líderes, los separatistas parecen haber apartado por ahora su plan de ruptura unilateral tras la fallida declaración de independencia del 27 de octubre.
Ningún país reconoció la nueva república, más de tres mil empresas cambiaron su sede social fuera de Cataluña y aumentó la división de la sociedad respecto a la cuestión, con grandes manifestaciones de ambas partes en Barcelona.
Las negociaciones postelectorales se prevén largas ante la fragmentación electoral y la necesidad de acuerdos entre varios partidos de ideologías variopintas.