Cristóbal Colón y su tripulación se vieron envueltos en una situación precaria en la isla de Jamaica debido a las condiciones de sus embarcaciones, deterioradas y varadas en la costa norte, durante su cuarto viaje a América en 1504.
No podían seguir su viaje, mientras el hambre se apoderaba de ellos, Colón se enfrentó a uno de los retos más grandes de su carrera como navegante, y fue justo un eclipse lo que le dio un pase para seguir viviendo.
El capítulo está ampliamente narrado en el libro “El Memorial de los Libros Naufragados” del historiador inglés Edward Wilson-Lee.
La astucia de Colón y el “enojo de Dios”, con su reputación de hombre astuto y su gran conocimiento de la navegación y la astronomía, Colón empezó a hacer un plan para sobrevivir con su equipo.
Estaba consciente de que habría un eclipse lunar, vio en este fenómeno celestial una oportunidad para influir en los nativos de la isla y garantizar su cooperación.
Convocó a los caciques, advirtió que Dios estaba enojado debido a la falta de suministros de comida por parte de los nativos. Les informó que Dios mostraría su ira con un eclipse lunar, presentándolo como un castigo divino.
Colón sabía del momento y la naturaleza del eclipse, lo que le permitió usar el evento para causar miedo a los nativos y conseguir su cooperación.
“Él hizo llamara a todos los caciques y les dijo que se maravillaba de que no le llevaran comida como solían, sabiendo, como les había dicho, que había venido allí por mandato de Dios”, menciona Edward.
Les dijo que Dios estaba enojado con ellos y que les enseñaría aquella noche a través de señales que haría en el cielo, y como aquella noche era el eclipse de la Luna, casi todo se oscureció.
Los nativos, con miedo de la ira de Dios, prometieron brindar comida a Colón y a su tripulación. Así, con la amenaza del eclipse como un catalizador, se comprometieron a asegurar el bienestar de los navegantes, temerosos de las consecuencias de retar la voluntad divina.
Gracias a esta estrategia, Colón y su tripulación consiguieron sobrevivir hasta que arribaron los refuerzos en junio de ese año.
Colón usó su conocimiento astronómico para influir
Cristóbal Colón, de quien se debe decir sin duda alguna que era un gran navegante, destacó por su capacidad para usar el conocimiento astronómico como herramienta para influir en su entorno, el almirante era un aficionado a la astronomía y se sabe que en sus viajes llevaba consigo un calendario de eclipses: el almanaque Regiomontano.
La historia acaba diciendo que los fenómenos celestes servían para muchas cosas, entre ellas para orientarse, y también para predecir la meteorología. Ahora se sabe que es un error, pero en ese tiempo se desconocía.
AA