SAN JOSÉ, 29 mar (Reuters) - Costa Rica elegirá el domingo presidente entre un predicador evangélico y un intelectual progresista, con lo que pondrá fin a una crispada campaña donde la mezcla de fe y política provocó una fractura social sin precedentes en la pacífica nación centroamericana.
Los sondeos no ofrecen un panorama unánime para la segunda vuelta electoral que se celebrará el 1 de abril. Mientras unos dan la ventaja al exdiputado y cantante cristiano Fabricio Alvarado Muñoz, otros muestran un empate técnico con su rival oficialista, el escritor y exministro de centroizquierda, Carlos Alvarado Quesada.
Ambos Alvarado, que no son familia, pasaron inesperadamente al balotaje por sus posiciones enfrentadas sobre el matrimonio homosexual, tema que irrumpió en la campaña por un dictamen de la Corte Interamericana de Derechos Humanos pidiendo a Costa Rica equiparar los derechos de las parejas del mismo sexo.
La brecha que abrió ese debate se amplió hasta polarizar agriamente la elección entre un sector ultraconservador, cuyas creencias marcan su agenda política, y otro progresista, cuyos planteamientos a veces van contra el sentir de la mayoría.
"Esta división, esta guerra que se ha dado en distintos ámbitos (...) ha golpeado al país y el país no quiere eso", dijo en el último debate Alvarado Muñoz, expresentador de informativos, de 43 años, quien construyó su campaña en torno a la defensa de los valores tradicionales y la familia.
Su contendor, periodista y politólogo de 38 años, le respondió que fueron "sus posiciones homofóbicas las que dividieron al país", donde siete de cada 10 habitantes se declaran conservadores y religiosos.
Los ataques mutuos por llevar la religión a la arena electoral por primera vez desde finales del Siglo XIX opacaron temas críticos para el país, como el creciente déficit fiscal, la baja creación de empleo y las cifras récord de crimen.
Entre ambos existe un sector indeciso que podría impulsar la abstención dentro de los 3,3 millones de votantes, luego del declive definitivo del bipartidismo moderado que gobernó por décadas la democracia más vieja y estable de América Latina.
"La ausencia de identificación partidista da dos condiciones muy inusuales: Una alta indecisión y una volatilidad de las preferencias electorales sin precedentes", opinó Ronald Alfaro, quien dirige los sondeos de la estatal Universidad de Costa Rica que anticipan un final muy ajustado entre ambos aspirantes.
DOS COSTA RICAS
Esta elección también ha hecho más evidentes que nunca los dos países que conviven en Costa Rica: Uno urbano, joven y profesional que pide a sus políticos que lideren un cambio de mentalidad; y otro rural, adulto y concentrado en las zonas deprimidas de la costa que se apega a sus tradiciones.
Alvarado Muñoz ha prometido que luchará contra la instauración del "estado laico" y la "ideología de género", con planes de eliminar la educación sexual de las escuelas y restringir el acceso al aborto legal, además de proponer subir las penas por corrupción y "mano dura" contra la delincuencia.
El aspirante no ha dado detalles sobre cómo enfrentará la crisis fiscal o la pobreza, y su proyecto de reunir a las "mejores mentes" desató las críticas de sus adversarios, que lo acusan de no estar calificado para dirigir al país.
"Esta es la mayor amenaza fundamentalista que ha vivido Costa Rica en su historia", dijo Julia Ruiz mientras se probaba, con un grupo de amigas, los vestidos inspirados en "El cuento de la criada", de la canadiense Margaret Atwood, que llevarán al sufragar como protesta por la agenda del líder evangélico.
Por su parte, Alvarado Quesada ha tenido que esquivar las acusaciones de corrupción que han salpicado a su partido y presentó un detallado plan para reducir a la mitad el déficit público, dar asistencia social al 20 por ciento de las familias pobres del país y luchar por los derechos de las minorías.
Pero sus críticos le echan en cara que el mandato de su aliado Luis Guillermo Solís, quien por ley no puede aspirar a la reelección presidencial inmediata, incumplió las promesas de cambio que hizo cuando le arrebató el poder al bipartidismo en 2014.
"No es que yo sea homofóbico, pero vea los desfiles vergonzosos que hacen (...) Imposible de explicar a los niños", dijo Héiner Fonseca, mecánico de autos de 44 años, en un populoso y conflictivo distrito del sur capitalino. "Dios quiera que Fabricio sea presidente para que rescate esto".
(Reporte adicional de Álvaro Murillo; Editado por Diego Oré y Silene Ramírez)