El espionaje “dorado” en tiempos de Vladímir Putin

La acusación de Londres contra el Kremlin de ser el autor del ataque a un ex agente es un eslabón más del “éxito” de la agencia militar de inteligencia rusa.

El espionaje “dorado” en tiempos de Vladímir Putin
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La acusación de Londres contra el Kremlin de ser el autor del ataque a un ex agente es un eslabón más del “éxito” de la agencia militar de inteligencia rusa. 

Parece la parodia de una película de espías: dos robustos agentes rusos, alojados en un hotel de baja categoría en Londres, adulteran un frasco de perfume con un mortífero agente neurotóxico sin darse cuenta de que unas cámaras de seguridad los graban en todo momento. La operación para envenenar al ex espía Serguéi Skripal en Gran Bretaña fue realizada con torpeza o bien con toda la intención de que saliera a la luz. Los expertos dicen que esto es característico del GRU, la agencia militar de inteligencia rusa con fama de brutal que en forma creciente emprende misiones arriesgadas y de gran repercusión, sea para atacar a los enemigos del Kremlin o simplemente provocar miedo.

Cuando las autoridades británicas identificaron esta semana a dos presuntos agentes del GRU y respaldaron la acusación con fotos de sus pasaportes y videos de cámaras de seguridad, las redes sociales rusas estallaron con caricaturas y memes que se mofaban de la acusación. La insinuación era clara: el GRU jamás haría algo tan idiota. Sin embargo, la ciudadanía rusa tal vez nunca sepa la verdad de lo sucedido, dado el manto de sombra y mito que rodea el GRU desde la era soviética. No es la primera vez que presuntos agentes del GRU dejan sus huellas, lo que genera sospechas de que en realidad tratan de transmitir un mensaje. La primera ministra británica, Theresa May, dijo que el envenenamiento de Skripal pudo ser una advertencia a otros rusos en Londres de que no están a salvo.

Sea como fuere, las acusaciones al GRU refuerzan la imagen de una Rusia dispuesta a proteger sus intereses en el extranjero a toda costa. El Kremlin dice que las pruebas británicas son “bazofia”, como todas las acusaciones contra el GRU de los últimos años: la injerencia en las elecciones estadunidenses de 2016, el intento de golpe de Estado en Montenegro, el derribamiento de un avión de Malaysian Airlines sobre Ucrania o la presencia de mercenarios en Siria. Cualquiera que sea la verdad, el GRU vive una época de oro. Creado en medio de la guerra civil que dio nacimiento a la URSS, el GRU fue purgado por Stalin en la década de los 30, cuando actuaba con excesivo descaro en el exterior.

Desde entonces ha actuado en la sombra, supervisando las fuerzas especiales y operaciones de escucha, antes realizadas por equipos de vigilancia radial y ahora por hackers, según el analista militar ruso Pavel Felgenhauer. El jefe del GRU responde al ministro de Defensa, Serguéi Shoigú, pero fue designado por el presidente Vladímir Putin, otrora jefe de espías. La agencia mantiene una rivalidad con otros organismos de inteligencia como el FSB y el SVR. A medida que crecen las tensiones con Occidente desde la anexión de Crimea en 2014, el GRU ha adquirido mayor prominencia. “Tiene una mentalidad de ‘todo es posible’, le interesa más aprovechar las oportunidades que evitar los riesgos”, escribió en el Moscow Times Mark Galeotti, analista de la seguridad rusa en el Instituto de Relaciones Internacionales en Praga.

“Por eso el GRU acaso es el más activo en el extremo más agudo de la actual guerra de espías entre Rusia y Occidente”. En lo interno, en 2017 el GRU amplió su función para alentar el patriotismo de los adolescentes. Uno de los 12 oficiales acusados por Estados Unidos el año pasado firmó un acuerdo con el FSB y una escuela de Moscú para desarrollar elementos “intelectuales, emocionales, psicológicos y físicos” entre los cadetes de la escuela. La agencia —llamada ahora GU pero conocida por su sigla de la era soviética— está desplazando a las agencias rivales en la imaginación de la gente en el exterior. La agencia fue el principal sospechoso en el ataque en marzo, en la ciudad inglesa de Salisbury, contra Skripal, antiguo oficial del GRU convertido en doble agente británico.

Él y su hija sobrevivieron al envenenamiento, pero una vecina de la zona murió meses después al quedar expuesta al mismo agente. El GRU está acusado de cumplir un papel en la anexión de Crimea y en una rebelión separatista en el este de Ucrania, así como de comandar un llamado “ejército en las sombras” en Siria. Presuntos agentes del GRU han sufrido sanciones estadunidenses y 12 de ellos fueron acusados de injerencia electoral por la investigación del fiscal Robert Mueller al hackear la campaña de Hillary Clinton y publicar numerosos correos electrónicos de los demócratas.

Según Felgenhauer, un ataque ampliamente difundido como el que sufrió Skripal puede “demostrarle a las bases (de los organismos de inteligencia) que si traicionas, no tendrás un final feliz”. 

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