Con un dólar que aumentó un 20 por ciento en apenas dos jornadas cambiarias, que llevó al peso argentino a acumular una devaluación del 100 por ciento en un año, las especulaciones sobre las obligadas renuncias de funcionarios continuaron este sábado.
Macri recibió en la residencia presidencial a su jefe de Gabinete, Marcos Peña; al ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne; al jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, y la gobernadora de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal. Ellos integran la llamada “mesa chica” macrista, aunque en los últimos días, en medio de la tensión cambiaria, se evidenciaron los roces entre ellos y con otros funcionarios.
Más allá de las peleas internas que la crisis desató en el gabinete, Macri los reunió para definir los esperados anuncios económicos que el gobierno realizará el lunes próximo y que esperan dar una señal que por fin controle a los mercados. Imponer retenciones a las exportaciones agropecuarias e impuestos especiales a los viajes al exterior, eliminar ministerios y aumentar el recorte del gasto público que ya tenía previsto son algunas de las propuestas que analiza el presidente.
La incógnita es saber si esas medidas servirán para controlar la crisis, ya que hasta ahora ninguna de las decisiones que tomó el gobierno ayudó a aliviar la histeria por el dólar. Por el contrario, el escenario que enfrenta ahora Argentina es de una devaluación que todavía no tiene techo, recesión del 1.0 por ciento, inflación superior al 30 por ciento, endeudamiento récord y crecimiento de la pobreza y la conflictividad social.
Macri enfrentó uno de sus momentos más complicados el pasado miércoles por la mañana, cuando emitió de manera sorpresiva un breve anuncio grabado de menos de dos minutos para desmentir los rumores de que Argentina podía entrar en una moratoria de su deuda. Minutos después abrieron los mercados y la respuesta fue una brusca devaluación del peso, lo que demostró la falta de confianza en la palabra presidencial y originó pleitos en el gabinete al considerar que sus asesores más cercanos no lo habían cuidado.
Entre el miércoles y el jueves pasados, el Banco Central aumentó la tasa de interés del 45 al 60 por ciento, y la convirtió en la más alta de todo el mundo, lo que tampoco tranquilizó a los argentinos ni a los inversores, ya que demostró la fragilidad de la economía.