Liz Truss renunció este 20 de octubre como primera ministra de Reino Unido, convirtiéndose en el mandatario más efímero en ocupar el puesto con sólo 44 días en el poder, en los cuales agravó la situación económica de millones de británicos según medios locales.
Truss representa al ala más derechista del Partido Conservador, como Thatcher, apodada la ‘Dama de hierro’ por la mano dura con que gobernó el Reino Unido de 1979 a 1990 y a la que soñaba emular.
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A los 47 años, esta ex ministra de Relaciones Exteriores llegó al poder con una simple promesa, en un contexto difícil de fuerte inflación y disparada de los precios de la energía, quería relanzar el crecimiento gracias a recortes masivos de impuestos.
Su experiencia en varios ministerios y su visión optimista convencieron a los militantes conservadores que la prefirieron frente al ministro de Finanzas, Rishi Sunak, defensor de la ortodoxia presupuestaria.
Pero su ambicioso plan económico anunciado el 23 de septiembre por su ministro de Finanzas, Kwasi Kwarteng, preveía decenas de miles de millones en recortes de impuestos sin un financiamiento claro.
En respuesta, los mercados reaccionaron con violencia: la libra se desplomó, el rendimiento de los bonos de Estado se disparó y el Banco de Inglaterra tuvo que intervenir. Liz Truss nunca se recuperó de este "mini-presupuesto" de principiante.
En realidad, solo controló el poder unos días, entre el final del duelo nacional tras la muerte de Isabel II el 8 de septiembre y la debacle de sus medidas económicas.
En el congreso del Partido Conservador, la atmósfera era densa y los disensos quedaron a la luz del día. En un primer giro Liz Truss renunció a recortar la tasa de impuestos a los más ricos. Su autoridad y su control del partido comenzaron a evaporarse.
El 14 de octubre, bajo la presión de su partido cada vez más inquieto, y mientras ya circulaban nombres para reemplazarla, despidió a su ministro de Finanzas y convocó a una conferencia de prensa.
El miércoles, abucheada por los diputados en el Parlamento, afirmó "soy una luchadora, no alguien que abandona". Pero de inmediato sufrió otro duro golpe cuando su ministra del Interior Suella Braverman renunció en desacuerdo con Truss por la política migratoria.
La situación no tenía salida; los pedidos para que renunciara se multiplicaron, la oposición reclamó elecciones anticipadas y los conservadores estaban desesperados ante sondeos catastróficos a dos años de las elecciones legislativas.
Este jueves dijo estar "absolutamente decidida" a continuar su misión, tras decir que fue demasiado lejos y demasiado rápido. Pero apenas ocho minutos después, renunció.
MRG