María recuperó fuerzas y se convirtió de nuevo en huracán, arrojando agua en ambos lados de los Outer Banks de Carolina del Norte y tomándose su tiempo para alejarse de la costa estadunidense del Atlántico.
No se han reportado lesionados, pero el nivel de la marea subió por la tormenta, lo que erosionó playas e inundó propiedades y la autopista 12, la única carretera que pasa por las angostas islas barreras de Hatteras y Ocracoke.
Los ferrys no estaban trabajando, recortando el acceso a Ocracoke, y dado que partes de la carretera estaban inundadas incluso con marea baja, todos los viajes a Hatteras siguen siendo peligrosos, dijo en un mensaje electrónico el director de la Agencia de Manejo de Emergencias del Condado Dare, Drew Pearson.
Agregó que los peores problemas estaban en la isla de Hatteras. Más de 10 mil visitantes salieron de Hatteras por órdenes de evacuación, pero cientos de residentes tuvieron permiso de quedarse.
El Centro Nacional de Huracanes dijo que un avión de reconocimiento de la Reserva de la Fuerza Aérea midió los vientos sostenidos en cerca de 120 kph (75 mph), con ráfagas más altas. Su vórtice se ubicaba a unos 290 kilómetros (180 millas) de Cabo Hatteras a las 2 p.m. del miércoles.
Si bien los vientos huracanados seguían mar adentro, los vientos con fuerza de tormenta tropical se extendían por hasta 370 kilómetros (230 millas) del centro, agitando el oleaje en ambos lados de las islas. La velocidad de avance del huracán es de solo 9 kph (6 mph), así que la tormenta estaba casi estática antes de adentrarse al mar.
En Hatteras, una fina lluvia cayó el miércoles, dejando ver retazos de cielo azul ocasionalmente. La policía estableció un punto de inspección para bloquear todo el tráfico excepto para los residentes y reporteros. Mientras los vientos cobraban fuerza, las olas estallaban contra las casas situadas frente al mar, y se adentraban aún más en las comunidades de Avon y Rodanthe.