Norma Romero emprendió desde pequeña. “Era la niña que vendía plumones en la escuela”, recordó en charla con MILENIO. Décadas más tarde, no vende plumones, sino kilos de tortillas, tacos y salsas, pues es la cofundadora de La Chona, una taquería mexicana en uno de los barrios más populares de Belgrado, Serbia.
“Básicamente, si cierras los ojos y comes una tortilla aquí, te transporta. Es como si estuvieras en México”, afirmó la chilanga, cofundadora del restaurante que tiene una gran popularidad en un mercado que está acostumbrado a recibir tacos con tortilla dura y repollo o enchiladas que parecen todo menos enchiladas mexicanas.
“Nos ha sorprendido lo bien que aceptan el proyecto, porque al principio nunca falta quien te dice “no conocen las tortillas de maíz, no les van a gustar, están acostumbrados a las tortillas de harina, eso sí te lo pueden aceptar”, y dije, mira, no, lo queremos hacer tan auténtico como pueda ser posible. Si les gusta, bien. Si no les gusta, vemos cómo nos organizamos. Al día de hoy no he escuchado a una persona que me diga que no le gusta la tortilla de maíz”, agregó sobre la aceptación de La Chona, que se ubica en Dorcol, una de las zonas más populares de la ciudad de Belgrado.
Norma es originaria de la Ciudad de México. Después de estudiar gastronomía inició hace ocho años un viaje por Europa en donde conoció a Nikola, su esposo serbio. Vivieron en Holanda un tiempo y cuando estaban en China, la pandemia del covid-19 comenzó. Tras regresar a Serbia, se preguntaron “¿qué hacemos?”. “Yo soy chef de profesión y era como una respuesta un poco obvia. Así empezó el proyecto. Hace un poco más de un año, bueno ahorita ya casi son dos que estamos aquí en Belgrado”, recordó.
Antes de La Chona, el proyecto era hacer tortillas de maíz. Y les fue muy bien. “Hay muchos latinos. No solo mexicanos. También hemos llevado tortillas de maíz a Bosnia y Macedonia”, recordó la mexicana. La clave es hacer las tortillas desde cero gracias a los conocimientos de Norma.
“El proceso de nixtamalización lo hacemos aquí con maíz fresco. No es Maseca, no es harina de maíz. El hecho de que no viene la harina procesada sino que viene del maíz nixtamalizado fresco, le da un sabor mucho más parecido al que tú encuentras en México”, agregó.
Tras el éxito con la venta de tortillas, llegó el restaurante. Nikola es arquitecto y se encargó de la construcción de La Chona. En el interior del local se puede ver un trompo al pastor, colores tradicionales de restaurantes mexicanos, barras con bancos desde donde se piden “dos más de pastor con salsa de la que pica” o “una coca de cristal bien fría”.
“En el momento que empezamos el proyecto él ya había ido a México unas cinco veces, entonces había cosas que le llamaban mucho la atención como extranjero y una de esas fue los puestitos de tacos. Cuando empezaba el proyecto, aquí no existía la cocina, todo eso lo construyó él. Entonces dijo, lo quiero hacer de alguna forma que simule un puestito de tacos. Que la cocina se vea como si estuvieras en México. Incluso le queríamos poner los rótulos de ricos tacos, todavía no está, pero es proyecto”, platicó Norma sobre el papel de su esposo en el emprendimiento. Además, Nikola es responsable de las redes sociales, en donde la marca tiene gran popularidad. “Fue una ventaja para nosotros tener los dos talentos que se combinaron. Mi parte es ser mexicana, ser chef, saber cómo se opera un restaurante, pero su parte es todo lo demás. Fue una buena combinación. Somos muy afortunados”, agregó.
La mayoría del personal que trabaja en La Chona es serbio. Al grupo se suman un estadounidense y una venezolana. “A todo el mundo le gusta lo que hace, no solo por el hecho de trabajar en un restaurante, pero que sea un restaurante mexicano y que vengan los latinos. De hecho, tenemos ahora clases de español. El staff está aprendiendo español porque les interesa, les gusta”, opinó la emprendedora sobre su personal.
El 15 de septiembre del 2022, Norma y su equipo hicieron el catering para la Embajada de México. “Ese día hicimos carnitas”, recordó. Esa es una de sus especialidades, en un restaurante que está a más de 10 mil 613 kilómetros de distancia de la Ciudad de México pero que puedes comerte un taco al pastor con una coca bien fría y sentirte en casa. Si te queda espacio, hay buñuelos de postre.
“También los hicimos aquí. Nos trajimos el moldecito de México. Los chicos de la cocina saben cómo hacer eso”, concluyó Norma.
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