Las velas alumbran la pequeña habitación en la que Gregorio Vargas dispone sobre una mesa las cartas del tarot, una de sus herramientas para remediar males y problemas o amarrar amores imposibles en Diriomo, un pueblo famoso de curanderos en Nicaragua.
En el consultorio hay santos y cruces católicas, representaciones de Changó, un dios de la santería afrocubana, e imágenes de búhos y deidades de la magia y el ocultismo que ayudan a Vargas, de 52 años, uno de los curanderos o "brujos" de este poblado, 40 km al sur de Managua.
El hombre explicó como fue que comenzó a dedicarse a esto, además dijo que es un don con el que nació.
"Yo nací con este don y al mismo tiempo lo aprendí de mi mamá", explica el hombre.
El curandero atiende en una casa solo distinta de otras en Diriomo porque en la fachada luce una imagen de San Martín. Adentro, un rótulo blanco con letras rojas anuncia: "Centro espiritual".
A diferencia de Vargas, especializado en ocultismo, otros curanderos usan solo plantas con propiedades curativas para tratar males, como alternativa a los servicios públicos de medicina tradicional que, según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), cubren al 80% de los 6,8 millones de habitantes.
La creencia en los curanderos integra las tradiciones populares que han sobrevivido a cambios políticos en Nicaragua, donde incluso el gobierno de Daniel Ortega promovió una ley que desde el 2011 considera la utilización de plantas por curanderos como medicina tradicional y natural integrada al modelo formal de salud familiar y comunitario.
Los curanderos o chamanes de las culturas aborígenes de Mesoamérica trataban enfermedades con plantas y atribuían algunos males al influjo de espíritus. Esa visión se mezcló en Nicaragua y otros países latinoamericanos con elementos del catolicismo que introdujeron conquistadores españoles, y también con creencias animistas traídas por los esclavos africanos.
A Vargas y otros curanderos les gusta llamarse "doctores" espirituales, y afirman que son herederos de un saber ancestral enfocado en "hacer el bien" con la ayuda de espíritus de quienes en vida fueron médicos y hombres de ciencia.
En algunas ocasiones los curanderos dan servicio por Internet y leen las cartas a personas que residen en el extranjero, señala María Vargas (60), quien asegura que atiende a unas 100 personas semanalmente en Diriomo.
Mencionó que estos casos especiales se dan si no están dentro del país.
"Las cartas, si la persona no está aquí, está fuera de Nicaragua, se las tiramos en línea", dijo.
María, también mencionó que ella no trabaja por el mal, sino que lo hace para curar a sus clientes.
"Sabemos hacer de toda clase y tipo de trabajo. (...) Sé cosas malas porque me enseñó mi madre, pero no trabajamos mal porque si yo curo, no puedo trabajar del mal, porque mis espíritus me dicen que no me esté contradiciendo", sostiene.
Jeaneth Sánchez mencionó que la mayoría de las personas que acuden a los curanderos quieren tratar temas de salud y de retorno de amores.
Sánchez, quien lee el tarot y apoya a su esposo Gregorio Vargas habló sobre las razones por las que hace estas actividades.
"Vienen bastante también por pareja, buscando ayuda, que otra persona se la quita al esposo y (en) eso no es malo ayudarle", afirma.
Los conductores de mototaxis y vendedores preguntan a los visitantes si necesitan un curandero para guiarlos. Algunas personas evitan el tema al escuchar las preguntas, otros son escépticos.
Mientras, María Vargas asegura que tiene el don divino de ayudar a las personas.
"Le doy gracias a Dios porque me dio un don de salvar personas en nombre del Señor, porque lo que doy, yo no lo curo, sino mi Dios", concluye.
JB