Tiene 20 años y le encantaría terminar la carrera de periodismo en Argentina. Después, quisiera ser reportero de guerra. Pero no en su Nicaragua natal, a la que sueña “libre y en paz”, a salvo de la imparable violencia que la desangra desde hace más de tres meses.
El 18 de abril, Lesther Alemán desayunó y se fue a clase, como todos los días. Por la tarde asistió a una protesta contra una polémica reforma al seguro social, que prometía ser pacífica pero que terminó con un furibundo e inédito ataque de activistas del gobierno Daniel Ortega contra un grupo de estudiantes, según denuncias de organizaciones humanitarias.
Lesther se quedó solo con su cédula de identidad y 100 córdobas (unos tres dólares) en el calcetín. Ya no volvió más a su casa porque las protestas siguieron al día siguiente en varias universidades de Managua, donde los estudiantes empezaron a caer muertos uno tras otro, bajo las balas de la policía y ante el asombro de un país que no daba crédito a semejante violencia.
“La protesta fue espontánea, pero resumía el cansancio de nuestra generación después de casi 12 años de secuestro a la institucionalidad, a la democracia, a las libertades”, cuenta el estudiante al recordar que “todos los días llegábamos a clase y decíamos qué hacemos para cambiar esto...”.
“Preguntaban cuántos quieren ser periodistas y solo respondíamos tres... ¡de 45! Los demás querían irse del país a estudiar o a trabajar”, relata.
Alemán cursaba en abril el cuarto año de Comunicación en la Universidad Centroamericana (UCA, jesuita), que como las demás universidades sigue cerrada. Todos han perdido el año.
Lesther Alemán fue el estudiante que increpó a Ortega el 16 de mayo, en el primer día de un diálogo nacional que también está suspendido. “Esta mesa es para negociar su salida ¡Ríndase!”, exclamó sin necesidad de micrófonos y sin medir el impacto de sus palabras para millares de atónitos televidentes.
Hay que recordar que Ortega participó en 1979 en el derrocamiento del dictador Anastasio Somoza y gobernó hasta 1990, cuando cayó en las urnas frente a Violeta Chamorro. Volvió al gobierno en 2007 y hoy, con cuatro mandatos y 72 años a cuestas, el ex guerrillero no muestra intenciones de abandonarlo.
Pese a que las protestas no han cesado, el gobierno recuperó fuerzas con el también inédito despliegue de miles de paramilitares armados en las calles. Alemán, como el resto de líderes de la Coalición Universitaria, vive ahora como semiclandestino y con una orden de retención migratoria: Nicaragua por cárcel.
No fuma ni toma licor, pero a veces escapa de la casa de resguardo a comprar dulces. Algunos lo reconocen por su altura (1.90 metros) o por su potente voz de locutor y entonces debe volver al refugio. Quisiera poder abrazar en la calle a doña Inés, la madre que le enseñó “a ser estudioso y exigente” y a quien le agradece los títulos de excelencia académica ganados desde el preescolar hasta la universidad.
Su padre, don Javier, de oficio transportista, se decepcionó cuando el hijo menor y único varón le dijo que los camiones no eran su destino. Pero terminó respetando la decisión del futuro periodista, como lo hizo también al verlo en televisión, rebelde, frente al presidente.
Sus padres le enseñaron “a buscar la verdad” y aunque intentaban mantenerlo alejado de la política, Lesther acudía a su abuelito “que era muy revolucionario” y le prestaba libros de historia que el niño devoraba en los recreos escolares, según recuerda.
Mientras la crisis persiste, los jóvenes de la Coalición organizan las manifestaciones desde sus celulares y en redes sociales. Lesther asegura que nunca tocó un arma, pero el gobierno podría acusarlo por terrorismo y crimen organizado, según una ley aprobada este mes y que enviaría a prisión a los líderes de las protestas.