SAN ANTONIO, Venezuela, 19 mayo (Reuters) - Sentado en una acera cerca de la frontera de Venezuela con Colombia, Deiver Guarate, un obrero de la construcción, cree que las elecciones venezolanas del domingo ya se definieron a favor del presidente Nicolás Maduro, y no piensa estar en el país para cuando anuncien los resultados.
Incapaz de cubrir incluso los gastos más básicos en medio de la hiperinflación, Guarate estaba en el proceso de migrar a Colombia, pero tuvo que pasar la noche en la calle mientras esperaba que las abrumadas autoridades migratorias venezolanas le sellaran su pasaporte.
"Ya la gente no vota porque sabe que eso es una trampa. Si tuviéramos la esperanza de que esto va cambiar, la gente no migrara", dijo Guarate, de 35 años, acurrucado junto a las maletas en una calle donde varios cientos de personas habían dormido esta semana.
"La situación en Venezuela es crítica", dijo Guarate, quien aseguró que su abuela murió el año pasado por problemas renales y porque la familia no pudo conseguir los medicamentos para su tratamiento por la escasez de medicinas.
La oposición de Venezuela ha pedido a sus partidarios que se abstengan de votar el domingo porque consideran la jornada como un fraude, y decenas de miles de inmigrantes son tan escépticos sobre las elecciones que prefieren dejar el país antes que esperar en vano un cambio de gobierno.
A pesar de la proximidad de los comicios, los venezolanos siguen acudiendo en masa a ciudades fronterizas como San Antonio, donde los ansiosos emigrantes empujan sus maletas por calles atestadas de vendedores informales y bajo un sofocante sol, huyendo de un país donde el salario mínimo mensual puede, en el mejor de los casos, comprar unos pocos kilos de arroz.
El candidato Henri Falcón, que rompió con el boicot opositor para enfrentar Maduro, insiste en que una masiva participación de los venezolanos descontentos provocaría un cambio.
Pero muchos escépticos en la oposición creen que Falcón está legitimando un proceso amañado, que los gobiernos de todo el mundo, incluido el de Estados Unidos y vecinos latinoamericanos, han condenado.
Maduro, quien insiste en que las elecciones son libres y justas, advirtió a los migrantes que enfrentarán circunstancias difíciles en el extranjero y lamentó que algunos estén ahora "limpiando pocetas (inodoros)".
Dice que la situación del país es el resultado de una "guerra económica" dirigida por sus adversarios respaldados por Washington y ha prometido que en su próximo mandato acabará con líderes empresariales a los que señala de provocar la inflación aumentando arbitrariamente los precios.
El Ministerio de Información no respondió de inmediato a una solicitud de comentarios sobre la situación de los migrantes.
"SABEMOS LO QUE VIENE"
Maduro lanzó en abril un plan llamado "De vuelta a la Patria" con el propósito de recaudar dinero para venezolanos que vendieron sus posesiones para emigrar y ahora quieren volver.
Pero en San Antonio, donde los migrantes llevan bolsas raídas con sus pertenencias, no creen que el gobierno los ayudaría o que el voto sea una oportunidad para el cambio.
"La situación de verdad es demasiado difícil, la plata no alcanza para nada, no hay medicamentos", dijo Alejandro Lugo, de 25 años, un guardaespaldas que planeaba instalarse en Bogotá.
"El domingo hay elecciones, todos sabemos qué es lo que viene, los resultados ya los saben", agregó.
La frontera se cierra durante el fin de semana como medida de seguridad durante las elecciones, dijo el viernes el ministro de Defensa, Vladimir Padrino, lo que significa que los migrantes tendrán que esperar hasta el lunes para cruzar o cortar a través de decenas de caminos ilegales por el paisaje andino tropical.
Naciones Unidas estima que un millón de venezolanos se fue del país entre 2015 y 2017.
Unas 13.000 personas al día se van del estado Táchira, donde se ubica San Antonio y el paso fronterizo con mayor tránsito, en busca de una nueva vida, según militares venezolanos que trabajan en el área y pidieron no ser identificados.
Después de que sellan sus pasaportes, los emigrados caminan a través del Puente Simón Bolívar para entrar a Colombia o continuar en autobús hacia Ecuador o Perú.
El éxodo ha aumentado la presión sobre las agencias de servicios sociales en los países vecinos, sobre todo en Colombia, donde los venezolanos que alguna vez fueron prósperos, ahora rutinariamente son vistos durmiendo en las calles.
Hace tres años, Maduro cerró el tráfico de vehículos sobre el puente. Los peatones sudorosos ahora se alinean para pasar por el punto de control fronterizo de Colombia, ubicado a la mitad del puente.
Otros 50.000 venezolanos van a Colombia y vuelven el mismo día o poco después, según las fuentes militares.
Algunos cruzan para comprar productos tales como pañales o harina, que escasean en la economía socialista de Venezuela, mientras que otros tratan de ganarse la vida vendiendo mangos o aguacates en Cúcuta, otra ciudad fronteriza colombiana.
Muchos otros viajan por carreteras secundarias para contrabandear bienes, desde carne hasta cables de cobre robados de líneas eléctricas caídas, que se ha convertido en una de las pocas formas de ganarse la vida.
"Aquí no te alcanza el dinero, independientemente de lo que sea tu ingreso", dijo Wilma Morales, una abogada de 50 años que esperaba para cruzar la frontera en su camino hacia Perú, asegurando que votar en las elecciones no cambiarán nada. "Yo no voy a legitimar una dictadura". (Reporte Brian Ellsworth y Anggy Polanco en San Antonio. Editado en español por Vivian Sequera y Pablo Garibian)