En el corazón de la Comarca Lagunera, en la intersección de la avenida Francisco Sarabia y la Calzada Ramón Méndez, alguna vez se alzó majestuoso el Estadio Corona, el mítico "Coloso de las Carolinas". Su espíritu aún parece susurrar historias de gloria y pasión, pero lo que en su día fue un templo sagrado del fútbol hoy yace dividido entre el abandono y la funcionalidad industrial.
Demolido en 2009 tras la inauguración del Territorio Santos Modelo, el viejo Corona vivió su despedida como una leyenda que no pudo resistir el avance del tiempo y las decisiones estratégicas.
La directiva guerrera, encabezada en ese entonces por Alberto Canedo, decidió que el recinto debía desaparecer para no eclipsar el brillo del nuevo "Templo del Desierto".
“Una vez construido el nuevo territorio estábamos seguros que el antiguo estadio le iba a hacer ruido al nuevo, y además nos lo iban a estar pidiendo para eventos”, explicó el dirigente en una entrevista para Futbol al Día en el 2019.
Hoy, el terreno que albergó memorias inolvidables se presenta bajo dos caras. Desde la avenida Francisco Sarabia, el paso de los años se manifiesta en forma de ruinas y desolación.
Lo que antes fue una reja robusta que resguardaba la entrada ahora es un vestigio corroído por el desgaste. La basura se acumula como un testigo impasible, dejando una sensación de abandono que contrasta con la vitalidad que alguna vez llenó el aire en ese lugar.
Por otro lado, desde la Calzada Ramón Méndez, el paisaje cambia. Un anuncio de “Se rentan bodegas” deja entrever un atisbo de utilidad en lo que antes era un punto de encuentro de miles de almas. Las bodegas, aunque funcionales, borran cualquier rastro de lo que allí aconteció, transformando el escenario en un rincón que bien podría pertenecer a cualquier zona industrial.
La memoria colectiva, sin embargo, se resiste al olvido. Aquel 1 de noviembre de 2009, los laguneros abarrotaron el pequeño inmueble para despedirlo con honores. El último juego, un empate 1-1 contra los Pumas de la UNAM, dejó para la historia el último gol, obra de Vicente Matías Vuoso.
Los jugadores, acompañados de sus hijos, saltaron al campo portando camisetas con la leyenda “Adiós Estadio Corona”. La lluvia de papelitos y los pañuelos blancos ondeando en las gradas fueron el último tributo al hogar que los vio triunfar y sufrir.
Cabe recordar que, existen aficionados que conservan butacas, piedras, y cualquier recuerdo tangible del recinto, buscando mantener consigo un pedazo de la historia de la otrora ‘Casa del Dolor Ajeno’.
En el Estadio Corona, Santos Laguna conquistó los títulos del Invierno 96 ante el Necaxa —el cual fue el primero en la historia del club—, el del Verano 2001 vs Pachuca y el del Clausura 2008 ante Cruz Azul.
El viejo Estadio Corona no era solo un recinto deportivo; era un símbolo de identidad y pertenencia para la Comarca Lagunera. Fue el lugar donde generaciones se encontraron, donde los triunfos y derrotas no solo pertenecieron al equipo, sino también a su gente. Ahí, el fútbol dejó de ser un juego para convertirse en un lenguaje común, un puente que conectaba a todos los laguneros, sin importar edad, género o condición.