MONTERREY.- A las siete cincuenta y ocho de la mañana del miércoles cuatro de junio de 1969 en la torre de control del Aeropuerto Internacional del Norte de Monterrey se escuchó el siguiente mensaje:
“Monterrey a la vista: estoy descendiendo”.
Esa fue la última comunicación con el vuelo 704 de Mexicana de Aviación. Cuatro minutos después, el Boeing 727 y sus 79 tripulantes quedarían desintegrados en el cerro de tres picos, en el municipio de Abasolo, Nuevo León.
Hasta ese día, hace 50 años, se trataba del accidente aéreo con mayor número de víctimas ocurrido en México.
Las condiciones meteorológicas eran marginales. Había niebla, llovizna ligera, con las nubes apenas a 150 metros del piso y una visibilidad horizontal de unos dos kilómetros y medio.
El avión había despegado de Ciudad de México a las siete de la mañana con dos minutos con 72 pasajeros y siete tripulantes, al mando del capitán Guillermo García Ramos, con 15 mil horas de vuelo, y veterano de la Segunda Guerra Mundial como miembro del legendario escuadrón 201.
A bordo viajaban 72 pasajeros, entre ellos el ex gobernador de Tabasco Carlos Alberto Madrazo, severo autocrítico del sistema político mexicano, dominado entonces por el PRI.
Madrazo viajaba con su esposa a Monterrey a una boda cuando ocurrió este accidente, apenas ocho meses después de la matanza de Tlatelolco del dos de octubre de 1968. Tal situación, combinada con la probada experiencia del piloto, desataron una nube de teorías de conspiración que no se ha disipado medio siglo más tarde.
De acuerdo al reporte oficial, de 27 cuartillas, elaborado por una comisión que actuó con sorprendente rapidez al dar su dictamen a un mes apenas del incidente, el Boeing se estrelló a unos metros de librar la cumbre más alta del cerro tres picos, en la sierra del Fraile, en el municipio de Abasolo en lo que, dice la investigación, fue una maniobra equivocada del piloto al virar al sentido contrario del rumbo que debía tomar dentro de su maniobra de aterrizaje.
Las especulaciones en torno a causas no accidentales, se alimentan por testimonios de rescatistas, encabezados por el capitán del Ejército, Gilberto Carretero, quien al frente de 33 elementos de la Séptima Zona Militar de Monterrey, acudió al lugar del avionazo, de acuerdo a un libro titulado “memorias de un soldado” publicado por Editorial Castillo.
Ahí escribió un capítulo titulado “¿colisión o sabotaje”, donde manifiesta sus dudas de las causas del avionazo.
Además, denuncia la desaparición de gran parte de un cargamento de más de cincuenta kilos de monedas de oro que él mismo envió desde el lugar del siniestro, pero sólo llegaron 17 kilos al banco de México.
El escritor Mario Clío basa su novela histórica “fragmentos de un avionazo” publicada hace diez años en las conjeturas de un evento no accidental.
El hecho que las turbinas del avión quedaron a dos kilómetros y medio de la zona donde fueron hallados la mayoría de los cuerpos.
Una comisión oficial dio un veredicto express: accidente.
A cincuenta años de distancia, el fantasma de la duda aun flota en las cumbres de la sierra del fraile.
mmr