YUCATÁN.- La fumigación de cultivos de maíz y soya provocó la muerte masiva de abejas en la comunidad maya de Dzonot Carretero, donde a un año del suceso, los apicultores no logran reponerse de la pérdida; aunque presentaron una denuncia colectiva, la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente dio carpetazo al asunto en mayo, dejando en la impunidad el ecocidio provocado por Jacobo Xacur, un agroindustrial de la región, a quien también acusan de talar al menos 700 hectáreas de selva en el oriente del estado.
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El 11 de julio de 2018, Elviro Nahut Dzib se adentraba a la selva para revisar sus apiarios, cuando se percató de que un helicóptero fumigaba los terrenos de Xacur, colindantes con las tierras del ejido. Así que se armó de valor y acompañado de su hijo acudió hasta el predio donde la nave cargaba el pesticida y le exigió al piloto tener cuidado en no rociar los apiarios.
“Me dijo: ‘Pues antes que nada, ¿puedes mostrarme dónde está tu apiario?’. Lo traje y pasó el helicóptero aquí arriba y mostré mis abejas. ‘Está bien, no vamos a llegar aquí y voy a cuidar’, pero ¡Qué cuidar!, cuando pasa el helicóptero aquí dio vuelta, y por el viento, como está cerquita a 60 metros, entonces afectó mucho a mis abejas”, cuenta.
Al cuarto día de las fumigaciones, los apicultores vieron cómo sus abejas comenzaron a morir; después de que los polinizadores salieron a buscar néctar, regresaron intoxicadas a las colmenas, ya no lograron entrar, lucían desorientadas, atontadas y murieron por montones.
“Como ocho días pasó el helicóptero, y entonces empezaron a morir, aquí quedó el suelo lleno de puras abejitas”, recuerda el anciano bajo el rayo del sol, a más de 40 grados de temperatura.
Don Elviro, de 67 años, dejó intacto el apiario a la espera de que las autoridades ambientales acudieran a tomar muestras para hacer los exámenes toxicológicos correspondientes, a fin de comprobar el daño; el caso atrajo a los periodistas locales que tomaron fotos, pero las autoridades no se presentaron, por lo que las colmenas quedaron abandonadas.
El hombre perdió su patrimonio completo: 40 colonias de abejas, cuyo costo asciende a 3 mil pesos cada una, es decir, 120 mil pesos que difícilmente volverá a juntar.
“Más de un año ha pasado desde julio, ahorita qué fecha estamos, hasta ahorita no han solucionado; cuánto ya perdí aquí, cuánto tiempo criando a mis abejitas, vendo hasta mis cochinos para comprar el azúcar y después vino a destruirlo este señor, entonces yo qué esperanza tengo”, reprocha.
El apiario de don Elviro se localiza en un predio conocido como San Cosme, a unos 6 kilómetros del poblado, dentro de la Reserva de la Biosfera Ría Lagartos, donde anida el flamenco rosa del Caribe.
El apiario colinda con el Rancho San Canuto, propiedad del agroindustrial Jacobo Xacur, a quien responsabilizaron de la muerte masiva de abejas y del desmonte de al menos 700 hectáreas de selva, la quema del material talado, contaminación de cenotes y el desequilibrio ecológico de la zona.
“Estamos rodeados por un empresario —Jacobo Xacur—, quien ha comprado Rancho Alegre; el de acá, San Canuto; San Fernando, y otro rancho que se llama Chacantinil, todo eso ya es de su propiedad; es como si estuviéramos en medio, claro que él está fumigando maíz y soya, fumigando potrero y todo eso nos está afectando, porque las abejas van por néctar, polen y todo lo que traen ellas entra contaminado, y lo comen, lo consumen y se van enfermando, se van debilitando”, explica José Isabel Puc, otro de los apicultores afectados.
Por ello, siete de los apicultores afectados presentaron una denuncia colectiva ante la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) en septiembre de 2008, la cual quedó asentada en el expediente: PFPA/ 37.7/2C.28.2/0138-18; sin embargo, en mayo de este año la dependencia resolvió dar carpetazo al asunto.
“Que el presente procedimiento de denuncia popular se declara como un asunto total y absolutamente concluido, determinándose el cierre del mismo, archivándose los autos correspondientes…”, indica el documento.
“Profepa dice que ya el asuntó fue cerrado, pero jamás, jamás recibimos su visita y alegan que no hubo daño ambiental; fue un delito, porque no solo dañó a las abejas, dañó el plantío de calabaza, de sandía, frijoles, chile de injertos y todo eso implica pérdida a los agricultores”, exclama Marco Cupul, otro de los apicultores afectados.
Aunque fueron más de 30 los apicultores que tuvieron daños, no denunciaron por temor a represalias, pues varios de sus parientes trabajan en los ranchos de Jacobo Xacur, señalaron los afectados; así que solo siete se unieron para demandar la indemnización y justicia ambiental que nunca llegó.
“Profepa dice que ya no encuentra ninguna evidencia, que porque no ve nada que murieron abejas, no ven que se destruyeron árboles y la flora, ¿Quién nos va a pagar?, nadie, hasta el día de hoy —un año ya, porque sucedió el 11 de julio— no hay nada”, dijo decepcionado el apicultor José Isabel Uc Puc.
IHL