Abuelos en abandono y pobreza

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El frenético ritmo de vida que llevamos puede hacernos perder conciencia de llegar a una etapa que para muchos puede ser difícil: la del adulto mayor.

En nuestro país existen aproximadamente 12.4 millones de personas que cuentan con 60 años de edad o más.

Es una etapa en que los individuos se dan cuenta no solo que han llegado al fin de la juventud, sino que resienten el costo social de un país que no contempla a los ancianos como una prioridad.

Según cifras del INEGI sólo uno de cada cuatro adultos mayores reciben pensión por los años trabajados en su vida productiva y de ellos el 37 o 38 por ciento percibe de uno a dos salarios mínimos de pensión, lo que representa un ingreso de dos mil 400 pesos a los cuatro mil 800 pesos por mes. 

Para quienes no tienen esa prestación la Sedesol ofrece a través del programa “65 y más” la suma de 580 pesos mensuales que son entregados cada bimestre del año.

El segmento más desprotegido es el de las mujeres, pues muchas de ellas dedicaron sus mejores años a atender el hogar y el cuidado de los hijos o en el peor de los casos trabajaron en lugares donde nunca tuvieron prestaciones sociales por lo tanto no gozan del beneficio de una pensión.

Llegar a la vejez normalmente no es algo planeado y es en esta etapa donde los años cobran la factura en la salud y hay que dedicar gran cantidad de recursos y tiempo para combatir enfermedades como la diabetes mellitus, enfermedades del corazón, enfermedades cerebrovasculares y otras como la hipertensión.

La semana pasada fue celebrado en México y en varias partes del mundo el Día de los Abuelos. En nuestro país una gran parte de ellos vive situación de pobreza y no solo eso.  Esta etapa en que deberían descansar y disfrutar de la vida, muchos aún tienen que trabajar por poco ingreso o tienen la responsabilidad del cuidado de los nietos para que la madre pueda salir a laborar.

Dice una frase que la sociedad que no valora a sus ancianos no se valora a sí misma y los nuestros no parecen tener un panorama muy halagüeño.

Mal hará quien confíe los últimos años de su vida a las prestaciones que brinda nuestro país. No hay que dejar las acciones al tiempo. Lo mejor será comenzar a construir las condiciones necesarias para tener una vejez digna.

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