Hasta el martes fueron contabilizadas ocho casas derrumbadas por las lluvias en la colonia Victoria al poniente de Torreón. Por la gravedad del asunto tuvo que implementarse el Plan DNIII en ese lugar pues el agua entró a los domicilios alcanzando más de un metro de altura dañando bardas, muebles, techos, autos y estructuras.
Un aguacero que inició como una lluvia normal se convirtió en torrencial como hace mucho no vivíamos.
El agua en Torreón, Gómez Palacio y Lerdo alcanzó niveles fuera de lo común.
Después de las tres de la tarde la ciudad estaba desquiciada. Una hora y media de intensa lluvia bastó para que los automovilistas en las calles buscaran aturdidos las rutas menos inundadas y para ello rompieron las reglas de vialidad pues transitaban en sentido contrario, subían banquetas, daban vuelta en lugares indebidos y más.
Los transeúntes buscaban refugio, caminaban entre los caudales, mareados a veces por la corriente.
Congestionamientos viales, personas empapadas, numerosas casas y comercios invadidos por el agua, árboles caídos, calles inundadas, enormes baches. Nuevamente la contingencia rebasó a las autoridades y a los ciudadanos.
A pesar de que el chubasco paró, las calles permanecieron anegadas hasta muy entrada la noche. Gran número de vehículos quedaron varados entre las lagunas citadinas. Las grúas no se dieron abasto todavía hasta la mañana del siguiente día.
Así como hubo inconscientes que por traer vehículos con cierta altura pasaron por los charcos a gran velocidad mojando a otros automotores o personas, haciendo olas que provocaban descomposturas en autos más pequeños, así también salieron a relucir los de corazón solidario, los héroes que no importó que el agua llegara a la cintura con tal de dar auxilio a los quedados entre el líquido, empujándoles hasta zonas descongestionadas. Los que apoyaron a quienes sufrieron estragos en sus casas, sacando escombro y lodo y rescatando las pocas pertenencias para ponerlas a salvo. Hubo quien inició algún acopio para los damnificados.
Todavía no nos reponíamos del asombro e incredulidad de un sismo de 4.2 grados de intensidad al oriente de Torreón, sentido por algunos vecinos de esos sectores, que formó un abra de 60 metros de longitud cerca del epicentro del suceso, en el ejido Gilita de Matamoros, cuando ahora un diluvio sorprendió a los laguneros.
Este año la naturaleza nos ha dado avisos sustanciales que evidencian la necesidad de tener claro un plan de contingencia para la ciudad.
Si bien existe la aclaración de que la región no es zona sísmica, los hundimientos en ciertas zonas de la región y los cambios climáticos, están provocando sucesos naturales poco vistos con anterioridad.
Si urge un drenaje pluvial. Sin embargo no es exagerado comenzar con algunas estrategias y medidas preventivas y reactivas que nos permitan controlar situaciones en casos de emergencia para así minimizar en lo posible sus negativas consecuencias.